LOS OVNIS, LOS MILITARES Y EL PODER (3 PARTE)
Redaccion
El 5 de abril de 1966 un grupo de presuntos expertos declaró ante la Comisión de Asuntos militares, presidida por el senador Mendel Rivers quien abrió un grueso dossier conteniendo innumerables testimonios de personalidades civiles y militares.
El mayor Quintanilla, director del Blue Book, trató de minimizar todo el asunto declarando que los platillos voladores no existían. Interrogado por el senador de Pennsylvania, Richard Schweiker, el mayor respondió con evasivas y omitió demasiados datos. Pero el entonces consejero científico, Allen Hynek salió al cruce de las afirmaciones diciendo: Es absolutamente falso decir que los OVNIs jamás han sido vistos por personas científicamente formadas. Alguno de los mejores y más sólidos informes provienen de tales testigos.
La dicotomía planteada por la calificación de observadores fue un instrumento generalizado en las evaluaciones de la temática OVNI en todo el mundo; claro que la separación de aguas lo único que pretendía era estrechar el campo de trabajo de los investigadores de cara a la opinión publica porque la mayor parte de sus encuestas se basaban en denuncias de gente común.
Esa franja no podía, según esta norma, aportar las precisiones requeridas por la ciencia y las comisiones formadas a su efecto, y resultaba más fácil descalificarlas que promediar los coincidentes datos encuestados como muestra de la naturaleza enigmática del fenómeno.
La actitud sirvió de plantilla para copiar el modelo y orientar en todas partes la táctica utilizada para evaluar a los No Identificados, sosegando la creciente curiosidad pública.
La Fuerza Aérea, en todo el mundo, resultaba el organismo natural para esas comisiones, y como lo hemos sostenido, fue en buena medida el escenario publico en donde se concentró la vorágine de los debates surgidos en torno al tema, y muy posiblemente fueran una pantalla ideal para ocultar otras comisiones y operaciones que, por ejemplo, en el seno de la Armada Norteamericana, pudieran llevar adelante sus trabajos sin el asedio de los medios ni de la gente, incluso de los propios políticos.
Pero detengámonos por un momento sobre el como utilizaron los prejuicios para su estrategia desinformativa.
LAS EXPERIENCIAS CALIFICADAS
En lo tocante al debate serio sobre los No Identificados es bien sabido que la franja de ¨testigos calificados¨ comprende a un grupo de individuos que presentan las condiciones mínimas requeridas por una exigencia impuesta por los métodos, las convenciones y los prejuicios más que por el ¨favoritismo¨ de los Ovnis (si hay tal elección).
Pero esta franja de opiniones de peso, considerables por los grupos de analistas en la materia, suele ser mucho más amplia de lo que se pudiera suponer, aunque sus preciados componentes pertenecen a una estructura social (donde conviven y ejercen sus profesiones), particularmente sensible a la reputación y a la burla; por consiguiente el alto nivel de prejuicios existentes en esa franja nos lleva a carecer de todas y cada una de las experiencias que en los hechos se dan y no ven la luz, privando así a la ovnilogía de una información valiosa para su trabajo de encuesta.
O sea que, el prejuicio que nos lleva a preferir a esos testigos por sobre otros es el mismo por el que los testigos calificados prefieren guardar silencio. Un verdadero círculo vicioso.
Pero a ello debemos agregar las imposiciones tácitas que se superponen a la imagen que la gente tiene de aquellos que dice ver Ovnis en el cielo.
El prejuicio basa su universo en la norma de comprensión empleada para juzgar la capacidad de cada quien. Si los Ovnis son forzadamente relacionados a la insania mental ( como ocurrió frecuentemente en décadas pasadas) y se consideran a las vivencias meras de fallas o alteraciones perceptivas que fundamentan los ya famosos ¨estados alterados de conciencia¨, ello además se convertirá en evidencia de las facultades limitadas de una persona, sobre todo si esta persona resulta ser un piloto civil, de quien depende la vida de cientos de pasajeros, o de un piloto militar porque de él depende la seguridad; y ambos manejan costosos patrimonios que no se dan en cuidado a cualquiera.
No es raro que en esta cadena de razonamientos sobre lo que es posible o imposible, según la ¨normalidad asumida de las cosas¨, las personas involucradas en experiencias de este tipo se vieran afectadas de un modo u otro por cuestionamientos sociales, empresariales o de interés nacional.
La cadena sirvió durante años para contener de modo natural y silencioso el crecimiento de la información sobre los No Identificados, y no hicieron falta demasiadas prohibiciones ni reglamentos emanados de la superioridad en cada campo para lograrlo, bastó con alentar los fundamentos del descrédito para imponer una conducta individual de abstención que preservara nombres, cargos y puestos de trabajo.
Fue una bola de nieve echada sobre las inclinadas laderas de los prejuicios públicos. Como vivo ejemplo de esta política hay varias referencias que denuncian los despropósitos de las comisiones establecidas para dar ¨tratamiento serio¨ a los No Identificados.
La animosidad manifiesta es un producto lógico de una orquestada desinformación que se pone en evidencia al final de los 60 con los escándalos surgidos en el Proyecto Colorado.
Para enero del 68 un escrito de Robert Low, fechado en agosto del ´66, antes que saliera a la luz el Proyecto, fue descubierto luego de que su Director, el Doctor Condon desplazara algunos consultores del Proyecto por ¨incompetentes¨.
El escrito estaba dirigido al cuerpo de profesores de la Universidad de Colorado, y establecía que el objetivo básico del proyecto sería el hacer creer que se emprendía un estudio serio y objetivo sobre el tema Ovni pero que en verdad su finalidad sería denostarlo, insistiendo no en los UFOs sino en la gente que afirmaba haberlos visto, o sea centrar su política de estudio en la credibilidad del testigo más que en el fenómeno mismo.
Una falange de la poderosa mano que intentó tapar el cielo. Muchas de las corrientes escépticas que basaron la existencia de los Ovnis en los entuertos íntimos de la mente únicamente, se vieron generosamente favorecidos por las maniobras de inteligencia que varios organismos implementaron en esos años. Con este perfectamente programado contensor Ovni fue mas sencillo establecer una política más puntual sobre las fuerzas castrenses y su inquebrantable eslabón de mandos.
Por obviedad estas reglas alcanzaron todo territorio oficial o dependiente de un gobierno central, una política de información restringida y penada que impedía la masiva fuga de datos hacia la opinión publica.
Tal vez por eso, porque se sospechaba de una riqueza de experiencias imposibles de medir, y porque esas experiencias venían de la mano de personas con alguna calificación positiva, los investigadores de todo el mundo centraron sus trabajos en tratar de develar los posibles misterios ocultos y de denunciar los mecanismos restrictivos que impedían su conocimiento. De hecho existió mucho más preocupación por lo que los militares hacían y ocultaban en sus operaciones negras que por develar el propio misterio Ovni.
Este curso de acción, alentado por el impacto que producía en las grandes masas, fue hábilmente utilizado para desviar la atención de los temas capitales, distrayendo el trabajo de encuesta por los logros detectivescos que dejaban a la luz las espurias maniobras desinformativas; pero aún ello fue parte de tan oscura estrategia.
Hoy mismo, mientras los Ovnis literalmente invaden el mundo, buena parte de la energía intelectual de los especialistas se derrocha en develar por fin el misterio de Roswell o del área 51, y lo peor de todo es que hacen suponer al gran público que por allí pasa la resolución del enigma.
El juego de distracciones echado a andar por los servicios de inteligencia, también afecto la profundidad del tratamiento temático por los calores y contrapuntos del debate. Fue una época dorada para la Ovnilogía dedicada a encuentros, conferencias y medios, pero no nos acercó mucho más a lo esencial del fenómeno salvo por los grandes pensadores y encuestadores que echaron luz al desorden imperante y aún hoy son basamento de un pensamiento crítico y comprometido. Pero las experiencias buscadas en la franja de los calificados se amuralló tras una frontera inexpugnable.
Y aunque grandes casos lograron franquearla por la disciplina, paciencia y metodología de los investigadores, un mar de ellas casi se perdió para siempre. Sirven estas experiencias no ya para medir la tangibilidad de los Ovnis como para comprender nuestra conducta y las estrategias derivadas del poder en su búsqueda frenética por negar la realidad.
Esa estrategia fue un 10% de negar y ocultar evidencias, y un 90% de cultivar el pensamiento mágico, la distracción y el prejuicio que invariablemente y con el tiempo podrían socavar las bases de la temática Ovni en un revoltijo de posturas encontradas y de licencias para decir casi cualquier cosa.
Tanta fantasía existe, tanto rumor y exageración se lanzan como si fueran verdades absolutas que los trabajos y pensamientos individuales que podrían aportar elementos de interés se hallan restringidos por el peso asfixiante del facilísimo, la espiritualidad del salvatage cósmico y la falta de compromiso auténtico por mantenerse en la línea de lo razonable. Libertad y libertinaje.
VER Y NO DECIR
Toda estrategia por contener el avance de la opinión pública sobre los Ovnis ha pertenecido a un trabajo global, pendulante en los dos polos ya mencionados, la política oficial en todas y cada una de las dependencias responsables de tratar la temática, y las presiones ¨intelectuales¨ que se ramificaron con ideas preconcebidas y lanzadas a rodar en una clara intención de advertir sobre fantasías y opiniones no calificadas.
Cuando se hace referencia a la peligrosidad de emitir una opinión o denunciar una experiencia por parte de personas ligadas a estos polos se señala justamente a los casos donde personas han sido desplazadas de sus puestos o enjuiciadas socialmente por atender problemas inexistentes, o sea pilotos, astrónomos, científicos de todas las disciplinas, políticos, etc.
La historia que señaláramos sobre la experiencia del Capitán de Fragata Daniel Perissé y su decisión de seguir adelante con su afirmación le costo un ascenso cuya recompensa se daba por desdecirse.
Estos casos numéricamente aislados ejercen sin embargo un poderoso influjo sobre las personas en condiciones similares.
El temor al descrédito o a perjudicar una carrera que en todos los casos se ha hecho con esfuerzo, empuja a las personas a reservar sus opiniones, convirtiendo a sus experiencias en intrincados rumores que se esparcen como eventos prohibidos, restringidos a un círculo de confianza. En particular nuestros grupos han tenido la oportunidad de medir esta situación innumerables veces, pero especialmente en una ocasión, durante el año 1994.
Fue durante los agitados meses de ese año cuando las estadísticas literalmente se dispararon ante la concentración de casos en diversos puntos del país, el más relevante ocurrido en Roque Pérez, Provincia de Buenos Aires, pero con otros puntos de interés como la seguidilla de observaciones en el sur de la misma provincia y dos megacasos donde se involucraba estampida de animales: San Manuel y La Pampa, ambos acaecidos con horas de diferencia.
En Roque Pérez, la observación masiva de una luz a baja altura; en San Manuel una estampida de vacunos al momento de observarse otro fenómeno luminoso, y en La Pampa, específicamente en Realicó por otra estampida regionalmente extensa que comprendió cientos de hectáreas de campo y miles de cabezas de ganado; tres hechos importantes a los que se le había endilgado la responsabilidad a Globos Meteorológicos y aviones de la fuerza aérea. (ver artículo sobre ¨estampidas¨ en la página).
En todos los casos las experiencias ocurrieron a principios de agosto de 1994. No quedaba otra alternativa que cotejar la viabilidad de esas normales presencias.
EZEIZA EN EL CENTRO DE LA ENCUESTA
Para 1994 el Aeropuerto Internacional de Ezeiza no controlaba ni poseía el tráfico que le conocemos hoy porque aún no se habían practicado las políticas económicas que permitieron el surgimiento e incorporación a sus actividades de muchas líneas aéreas privadas. Incluso su radarización (Control Baires) ya era entonces anticuada y en mucho dependía su buen funcionamiento de la destreza y capacitación de su personal.
Esto lo comprobamos tiempo antes de esas fechas al concurrir a sus despachos y al propio centro de operaciones en busca de datos sobre otras observaciones acaecidas entre 1993 y 1994.
Entonces, como ahora, la administración del aeropuerto llevaba estricto control del uso del espacio aéreo e todo el país para establecer planes de vuelo, poseer conocimientos puntuales de actividades aeronáuticas de todo tipo, civiles, científicas y militares, pero especialmente sobre maniobras de la propia fuerza aérea consideradas reservadas justamente para liberar esos espacios aéreos de otras presencias.
Fue por este mecanismo que, al tener acceso a las actividades programadas para agosto de ese año, pudimos comprobar que las zonas afectadas a los extraños sucesos se hallaban libres de tránsito aéreo, en especial Roque Pérez donde, a la mano del alcance del radar primario, no se detectó cuerpo alguno, y menos aún había programada suelta de instrumental meteorológico. Suerte similar corrieron las otras dos locaciones, esta vez fuera del alcance de Ezeiza.
Pero esto puede resultar anecdótico en comparación a la oportunidad que esta incursión nos dio, arreglar una cita con pilotos civiles, militares y militares retirados en una de las dependencias del aeropuerto.
Nueve hombres acudieron a la reunión, todos ellos pilotos en funciones, capitanes de naves comerciales, y militares activos en destacamentos de la Fuerza Aérea.
Lo que los unía eran sus propias experiencias con Ovnis, especialmente porque resultaban voceros de camaradas que también experimentaron increíbles encuentros en aire y tierra