OVNIS CAMUFLADOS

Marcelino Requejo

LOS AVISTAMIENTOS DE OVNIs que entran o salen de masas nubosas, que aparecen o desaparecen súbitamente entre ellas, han sido y son una realidad demasiado frecuente dentro de la variada casuística de los no identificados a nivel mundial.
No debemos pasar por alto estos sucesos, cayendo en la tentación de relegarlos al campo de la ciencia ficción. Al contrario, tanto los testimonios recopilados son demasiado precisos, abrumadores y extrañamente coincidentes como para seguir pretendiendo que “aquí no pasa nada”.

Veamos, en primer lugar, un interesantísima observación OVNI acaecida a las mismas puertas de Galicia. Antonio Quintas Porteiro, vecino de Lugo, cumplía el servicio militar en un cuartel del Ejército de Tierra en la provincia de León, concretamente en el Regimiento de Artillería Lanzacohetes con base en Astorga

Cuando sólo le faltaban dos meses para licenciarse, fue testigo, junto a otros compañeros, de una secuencia OVNI en el más estricto sentido del término. Nunca antes había mostrado interés por este tipo de temas, pero lo que presenció el 26 de agosto de 1990 le causó una profunda impresión.

Aquel apacible atardecer de domingo, a las 21: 45 horas, Antonio se encontraba en el patio del acuartelamiento en compañía de otros soldados. El día se había mostrado caluroso en extremo pero, a esta hora, oculto ya el Sol, la temperatura comenzaba a ser agradable. El cielo, totalmente despejado, hizo reparar a los allí presentes en la presencia de una solitaria y oscura nube, que se mantenía estática hacia el noroeste, en ángulo muy elevado, y cuyo aspecto representaba una perfecta silueta elíptica de contornos bien definidos.

Tenía una forma tan perfecta -relata Antonio- que no te cansabas de mirarla. Llevaba allí un buen rato cuando, de pronto, empezó a asomar desde dentro de la nube y por la derecha, una bola de luz muy brillante, de color amarillento, casi blanca. Al principio, sólo se veía esa luz pegada al extremo de la nube pero, acto seguido, nos dimos cuenta de que esa luz iba colocada en el extremo de algo metálico que iba saliendo poco a poco de la nube, muy despacio, por la derecha. Y en pocos segundos salió todo fuera de la nube. Era como un triángulo impresionante, con forma de punta de flecha gigante, de color aluminio y tenía detrás, en cada extremo, una luz igual, casi blanca.

Nos quedamos como tontos mirándolo, pero lo bueno vino después, cuando acabó de salir de la nube. Se quedó quieto un momento, sin ruido, con los tres focos encendidos, como si fuera eso, pues como una punta de flecha, y entonces dio un acelerón instantáneo y salió disparado hacia el este, pero sin hacer ruido, y lo perdimos de vista casi en el acto.

TESTIGOS DESDE DIFERENTES LOCALIZACIONES

El sábado 3 de junio de 2000, sobre las cinco y media de la tarde, José Domínguez López, vecino de Vilamartín de Valdeorras, se encontraba realizando unos trabajos en el exterior de su casa. El Sol lucía en un cielo completamente despejado y el ligero viento del noroeste hacía más soportable el sofocante calor que arreciaba a aquella hora. En un momento concreto, José alzó la vista y reparó en algo que le resultó sumamente chocante: sobre la vertical del Alto de Monzón, una gran nube grisácea, de forma lenticular, surcaba lentamente la región en contra del viento reinante.

Parecía proceder de sureste, avanzando sobre la zona de Santa Marina y, aunque en ocasiones daba la impresión de quedarse estacionada sobre el lugar, acto seguido reanudaba su marcha hacia el noroeste. Así cuenta José su experiencia:

En un principio sólo me fijé en la nube, la única que había en el cielo, porque se desplazaba como a tirones o, al menos, me dio esa sensación. Era completamente gris oscura y bastante achatada, pero noté enseguida que había como unos salientes por ambos lados; se veía como el contorno de un objeto sólido de un color más oscuro que el de la nube, como plomizo.

Se parecía a un sombrero aplastado. Por la izquierda de la nube salía una parte alargada del ala y por la derecha se veía el ala completa y parte del cuerpo del objeto, pero tenía que ser algo verdaderamente enorme, yo le calculo que tendría unos dos kilómetros de largo. Iba en contra del viento, hacia el noroeste, en dirección a A Rúa, así que se me ocurrió llamar por teléfono a Alejandro para comprobar si él podía verlo desde allí, y cuando salió a la calle me lo confirmó.

Lo pude ver perfectamente -añadió Alejandro- y, desde luego, era algo muy diferente a la nube, se notaba que era sólido, con los bordes bien delimitados y totalmente simétrico, grande, muy grande, estoy de acuerdo con José en que aquello podía medir dos kilómetros de largo. Desde A Rúa yo podía ver la parte central casi entera, pero José dice que él no veía toda la parte central desde Vilamartín. Bueno, como hay cinco kilómetros de distancia, pues supongo que él veía un ángulo diferente al mío. En unos pocos minutos, se fue alejando hacia el noroeste y ya casi no se percibía a simple vista, pero en ningún momento llegamos a verlo totalmente fuera de la nube, lo que sí pude ver con claridad fue la mitad del aparato, porque la parte que sobresalía por la izquierda yo no la veía desde A Rúa; José dice que sí, y eso tiene que ser porque estábamos en distintas posiciones. Ahora, eso sí, una cosa está clarísima, aquello estaba medio oculto en la nube y era sólido, era un aparato de lo que fuese, yo no lo sé, pero no se parecía en nada a la nube. Esto tenía aspecto metálico muy oscuro y una simetría perfecta. La nube era una cosa y aquello era otra totalmente distinta.

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OCULTO EN LA ÚNICA NUBE

María Ferraz Piñeiro y Dolores López Randar circulaban por la autovía A-6 con dirección a su domicilio en A Coruña. Habían salido de Lugo a las nueve y media de la tarde, con el Sol cercano ya al ocaso y el cielo despejado en su totalidad. El tráfico había aumentado considerablemente cuando pasaron por el desvío de Parga a las 21: 55, con el Sol oculto ya bajo el horizonte, e iniciaron el ascenso a Montesalgueiro, cuyo cielo aparecía coronado por una enorme y solitaria nube grisácea de forma lenticular…

Estábamos llegando al alto de Montesalgueiro –relata Dolores- y delante de nosotras iban tres o cuatro coches más, y por detrás venían también algunos, incluso uno adelantando y, de pronto, cuando estábamos llegando a una arboleda que está a la izquierda de la autovía, vimos aparecer un disco, de un color rojo anaranjado muy vivo, volando por encima de las copas de los árboles. Era grande, no sé, creo que mediría entre diez y quince metros de diámetro. Los coches que iban delante y detrás de nosotras tuvieron que verlo también, pero nadie paró, porque ya estábamos en el alto, pasando el desvío y no había donde parar. Venían también coches de frente por el otro carril y seguro que lo vieron, porque venía bajísimo.

Y entonces el disco se quedó parado en el aire unos instantes sobre el centro de la autovía, pero sólo un momento, porque empezó a acelerar y subió en vertical, a mucha velocidad, y se metió en la única nube que había encima, y ya lo perdimos, porque íbamos en marcha y fue cuando cogí el móvil y te llamé.

Conclusión: la de siempre… Si alguien miente cuando se habla del fenómeno OVNI, no son precisamente los testigos