OVNIS EN JUJUY (3 PARTE)
Gaceta OVNI
No esperábamos una fuerte repercusión entre la gente ya que se nos había dicho que los lugareños eran poco proclives a asistir a eventos públicos.
Por eso la sorpresa fue grande cuando el salón del hotel se pobló de un número mayor a las cien personas.
A medida que mostrábamos imágenes de luces y comentábamos sus características y alternativas, el interés se hizo creciente, y al poco de iniciar la charla un nutrido grupo de estudiantes completó el salón, dejando a casi la mitad de las personas de pié, escuchando en silencio y con atención lo que decíamos.
Tras la escasa luz del video, y durante las alocuciones, la gente asentía con la cabeza en claro gesto de reconocer el objeto de estudio, una familiaridad que ahora acrecentaba nuestro interés por saber de sus propias experiencias.
Al finalizar la presentación de los materiales la concurrencia se quedó a un prolongado debate, no sin mostrar timidez, pero que al final de lograr un ambiente de mutua confianza permitió que nos brindaran sus vivencias.
Acaso una de las más interesantes fue relatada por la joven Dina Angulo sobre la experiencia de su abuelo en 1930, en Bolivia, no muy lejos de Villazón.
Fue durante la primavera de ese lejano año. Su abuelo, que contaría con unos 30 años de edad, vivía en un puesto apartado entre las sierras, cerca de la comunidad de Tupiza.
Había recorrido los senderos para buscar sus animales y carnear algunos pero como era época de deshielos en las montañas los ríos habían crecido desproporcionadamente y quedó asilado debiendo pernoctar en campo abierto. En su juventud era hombre andariego y transitaba la noche con seguridad baquiana.
Pero poca era su experiencia para lo que finalmente viviría esa jornada. Acompañado por su fiel perro buscó un lugar para descansar y partir a la mañana siguiente por camino más seguro. La noche estaba fría y los pocos animales que allí había entre asnos y cabras se agrupaban cerca de su refugio.
Repentinamente una poderosa luz iluminó todo el paisaje. Tanta claridad no la recuerda ni el los días muy soleados; casi no se podía distinguir nada. Inmediatamente su perro, visiblemente inquieto se puso a su lado. Sin saber que hacer el hombre miro para todos los rincones en busca de un escondite. Corrió hasta unos árboles bajos y allí se ocultó presa de miedo.
La fuente de tan poderosa luminiscencia provenía de arriba, tal vez unos 10 o 20 metros, pero era imposible distinguir su origen ni la forma del objeto que la proyectaba.
Un tiempo que no puede calcular, el hombre permaneció allí, viendo como la luz abrazaba toda cosa existente en tanto los burros y otros animales corrían espantados en todas direcciones.
En un momento dado la luz disminuyó su intensidad, permitiendo ver con más nitidez lo que adelante suyo ocurría.
Allí, a no más de 20 metros de su endeble escondite unas cuatro figuras humanoides se movían vertiginosamente por el campo.
Sus desplazamientos eran ágiles, hiperkinéticos, y pegaban saltos prolongados, muy elevados del suelo. Las figuras apenas se podían distinguir pero semejaban a pequeños hombrecillos que se confundían con la claridad del ambiente.
De todo el suceso, el abuelo de Dina no recuerda sonidos especiales.
Estaba dominado por el temor y no propone otros detalles que los descriptos. Lo que sí mantiene fresco en su memoria es que de pronto la intensa luz se desvaneció, perdiéndose las figuras con ella.
Refiere Dina a que su abuelo quedó profundamente conmovido, que dos días después lo encontraron presa de una aguda conmoción casi en el mismo lugar de los hechos, y que solo al paso del tiempo pudo rescatar de su memoria los detalles más significativos de la experiencia.
Lo cierto es que la vida del hombre cambió, incluso relata la mujer que con el tiempo su abuelo se dedicó a las artes de la sanación con hierbas y que adjudicó una creciente intuición o ¨videncia¨ a la vivencia de aquella noche.
El abuelo de Dina murió durante el 98, a la edad de 102 años, y entre los pobladores de Tupiza que lo conocían se aceptaba como cierta la vivencia tantas veces narrada. Aparentemente toda esa región es frecuentada por fenómenos luminosos.
Pero no terminan allí las referencias bolivianas.
Otro de los lugares aludidos corresponde al inmenso salar de Uyuni donde, según los pobladores es un sitio preferencial de los fenómenos luminosos, es más, aunque no podemos en lo inmediato confirmarlo, existe dentro del salar una depresión oscura que aparenta ser el punto o foco de tránsito luminoso intenso, siendo común que los vecinos de la región observen estos cuerpos salir y entrar. Son datos que con el tiempo serán confirmados una vez que realicemos la exploración del lugar.
Muchas encuestas en lugares de gran incidencia Ovni comienzan de esa manera, con comentarios, vagas referencias, cosas oídas al pasar que dibujan con el tiempo, y a medida que nuevos datos se agregan, el destino final del investigador. No es desconocido para nosotros que Bolivia posee un alto índice de observaciones focalizadas, tal y como la encontramos en Argentina.
Pero regresando a la región puneña, los datos regionales también se suman de este lado de la frontera, haciendo cada vez más evidente que los fenómenos luminosos tienen una notable regionalidad característica.
Es el caso de una zona llamada Cañaní, muy cerca de la frontera entre Jujuy y Salta, del lado oeste en dirección a Bolivia. Allí, a medida que la puna desciende y el paisaje se vuelve boscoso y casi selvático, las estribaciones montañosas esconden lugares del tenor antes nombrado. hay un cerro en esa zona, cuyo nombre no sabemos, que es conocido como ¨el cerro que chispea¨.
Según se nos ha comentado, cuando destellos en forma de chispas emergen desde las laderas de la montaña los pocos pobladores de la zona saben que van a ver luces. Los destellos anteceden a la salida de ¨globos luminosos¨ que solos o de a grupos descienden de sus faldas, transitan un buen trecho y luego regresan por la misma dirección.
Otro monte sugestivo por las leyendas y comentarios de los naturales de la región es el Cóndor o zona del Cóndor, ubicado al sudeste de la Quiaca, cerca de Santa Victoria. El cerro es conocido por las rarezas luminosas que lo transitan.
Caso similar ocurre en Casira, al este de la Quiaca, a unos 20 kilómetros del límite con Bolivia. Allí existe otra montaña desde donde sale un único foco luminoso que se eleva unos 20 0 30 metros y luego desciende.
Algunas de todas estas apariciones son cíclicas, por años o por estaciones, no lo sabemos con certeza porque no pudimos realizar encuesta en esas zonas, pero acrecienta la tendencia territorial de las luces en todo el extremo noroeste del país, extendiéndose más allá de las fronteras trazadas por el hombre.
Para ir concluyendo esta aproximación a los relatos, testimonios y experiencias en la Puna debemos destacar la falta de un control y un seguimiento regular de la casuística local.
Sería de sumo interés que gente joven, o sencillamente inquieta, rompiera las barreras de los prejuicios y estableciera allí un lugar de información permanente, y aunque hemos querido hacerlo en nuestra breve visita aún se deben sortear muchas dificultades más algún grado de prejuicio por asumir públicamente en esa comunidad una iniciativa de investigación.
Esta es una necesidad imperiosa en tanto es menester tener conciencia y seguridad sobre las alternativas Ovni en todos los puntos del país ya que a mayor información mejores condiciones se presentan a las especulaciones, hipótesis y trabajos inherentes a la casuística. Comparaciones, evaluaciones diversas, proyecciones, reales incidencias fenoménicas, constantes temporales y espaciales, pueden realizarse a partir de una fuente de información adecuada, representada por cualquier persona interesada y dispuesta a un trabajo de seguimiento.
Si en algún momento, tanto los conocidos de nuestros viajes como nuevos amigos leen esta página, los invitamos a sumarse a la tarea de abrir nuevas fuentes de datos para lo cual ofrecemos nuestros materiales y nuestra humilde experiencia