LOS OVNIS Y LAS DIMENSIONES SUPERIORES DEL ESPACIO
Por César Reyes de Roa
Presentar este artículo del gran amigo César Reyes de Roa, quien es creador de la excelente página que tenemos en nuestro link («Antiguos Astronautas»), es todo un orgullo. Si bien Cesar no es investigador ufólogo, ha desarrollado un excelente aporte teórico ligado al mismo. Con él hemos compartido debates, artículos y programas radiales, ya en 1984. Pero además, es uno de los pocos amigos verdaderos dentro del ámbito de la Ufología. Quiero destacar esto y gestos que ha tenido con quien esto escribe a nivel personal, que son inolvidables y del cual siempre estaré agradecido. Uno de ellos cuando dentro del ambiente arreciaban las críticas y envidias por mi ingreso como primer asesor civil para la Fuerza Aérea Argentina en 2011 (y luego la participación de otros colegas como Ángel Díaz y Alberto Brunetti), César tuvo una postura de defensa valiente, en una reunión en Buenos Aires, donde arreciaban mayoritariamente los comentarios de los personeros del fracaso y la cobardía ufológica. Su postura muestra el contraste con otros que, desde dentro mismo de la Ufología, son grises eternos. Su hombría de bien en una acción desinteresada, muestran su calidad humana, que es la cualidad más importante de todo investigador. Un gracias! enorme para este gran colega y amigo. (Carlos Ferguson)
INTRODUCCIÒN
Según los científicos que estudian física de las partículas, pronto se descubrirá una nueva dimensión espacial. ¿Posibilitará esto una hipótesis de trabajo con mayor sustento acerca de la posible procedencia del fenómeno OVNI?
Popularmente, hoy por hoy la hipótesis extraterrestre es sin duda la más aceptada a la hora de explicar la procedencia de los Objetos Voladores No Identificados. Incluso aunque ésta deba enfrentar la oposición de quienes consideran inverosímil el desplazamiento de naves estelares a través de las enormes distancias espaciales.
Sin embargo, el hecho de que tales objetos hayan aparecido muchas veces repentinamente (como salidos de la nada) y que del mismo modo se hayan desvanecido en el aire, cambiando en ocasiones su conformación, ante la vista de sorprendidos testigos, ha sugerido a los investigadores la posibilidad de que tales características fantasmagóricas se encuentren vinculadas a la existencia de mundos paralelos.
¿EXISTEN OTRAS DIMENSIONES?
Palabras como «otras dimensiones» y «universos paralelos» son actualmente muy comunes en la ciencia ficción. Tanto que de hecho muchas personas piensan que todo se trata sólo de una idea fantástica nacida de la imaginación de algunos escritores.
Sin embargo, lo cierto es que más o menos unos dos mil años antes de que al Señor Spock le crecieran las orejas en punta, los griegos ya se habían interesado en los problemas de la dimensionalidad, valorando su importancia para la geometría en lo que se refiere, por ejemplo, a las propiedades de los polígonos regulares (cuadrados, pentágonos, etc.), cuyo número resulta ser ilimitado (los hay de cualquier cantidad de lados) a diferencia de los poliedros regulares que son solamente cinco.
Del mismo modo que ni Buck Rogers o Flash Gordon tuvieron nada que ver en el asunto cuando, ya en 1747, Immanuel Kant, el gran filósofo alemán del siglo XVIII, escribió:
«Si es posible que existan extensiones con otras dimensiones, también es muy probable que Dios las haya traído a la existencia en alguna parte; porque sus obras tienen toda la magnitud y variedad de que son capaces. Tales espacios superiores no pertenecerían, sin embargo, a nuestro mundo, sino que deben formar mundos separados.»
Pero por supuesto, el hecho de que la curiosidad acerca de las dimensiones superiores del espacio esté ligada a los albores de la ciencia, y aunque en el presente sea éste un tema de riguroso estudio para la nueva física, no modifica demasiado la especie para aquellos a los que se les hace cuesta arriba las abstracciones.
En definitiva, la dificultad para aceptar la noción de otras dimensiones no viene, como suponen algunos, de la aconsejable aplicación del sentido común sino más bien de una simple falla de la intuición que, en rigor, se debe a una falta de educación apropiada.
Y la razón es muy sencilla: todos nosotros vivimos confinados en un espacio euclidiano de tres dimensiones, unido por la flecha del tiempo, y, en consecuencia, se nos hace muy difícil comprender que algo real pueda existir más allá de tales límites.
Por lo tanto, el sólo intento de visualizar mentalmente otro mundo, uno trascendente y ajeno a nuestras percepciones sensoriales, que escapa de lo que a diario vemos, oímos, olemos, gustamos o tocamos, se transforma muy pronto, para muchos, en un ejercicio exasperante; algo sin ton ni son.
Desde luego, este tipo de razonamiento «antrópico» desconoce, básicamente, que buena parte del mundo que nos rodea está hecho de cosas que no vemos; a tal punto que la fascinación que despierta la física moderna reside, precisamente, en la explicación de ese universo desconocido.
¿CÓMO IMAGINAR OTRAS DIMENSIONES?
Para darnos una idea de cómo serían las cosas si acaso nos topáramos con un visitante recién llegado de, digamos, una cuarta dimensión espacial, la mayoría de los divulgadores científicos recurre frecuentemente a la analogía, haciéndonos imaginar un extraño universo bidimensional al que denominan Flatland o Planilandia, donde todo tiene anchura y longitud pero carece de altura.
Naturalmente, para los habitantes de Planilandia la existencia en un mundo de dos dimensiones espaciales no tiene nada de extraordinario. De hecho, ni siquiera piensan que pueda haber algo diferente. Todos absolutamente planos como son, algunos con forma de cuadrado, y otros de rectángulo o triángulo, se consideran a sí mismos individuos perfectamente normales.
Y en consecuencia, viven sus vidas planas ocupándose de sus cosas planas, yendo y viniendo hacia atrás y adelante o tal vez de derecha a izquierda, sin la menor comprensión del «arriba» y el «abajo».
Pero un buen día algo muy raro sucede: un ser tridimensional – supondremos por caso que se trata de uno con forma de esfera – llega de pronto a Planilandia desde arriba, y se queda un rato suspendido en el aire mirándolo todo con curiosa atención.
Desde su amplia perspectiva (desde arriba) el visitante tridimensional se sorprende al comprobar que puede ver el interior de las casas y también el de las personas.
En cambio, al principio, nadie allí se da cuenta de su presencia, porque, por supuesto, en el mundo bidimensional de Flatland ningún acontecimiento tiene lugar si no ocurre sobre su superficie plana.
Así las cosas, ya cansada de sentirse ignorada, la esfera decide descender para, de una vez por todas, intercambiar los saludos interdimensionales de rigor.
Pero, desafortunadamente para la esfera, un ser tridimensional sólo puede existir parcialmente en la bidimensional Planilandia, de modo que su gesto sociable acaba ocasionando un tremendo alboroto.
¿Por qué? Para entenderlo, imaginemos lo que verían los “planilandeses” a medida que la esfera, de la cual sólo podrían percibir – por secciones – los puntos de contacto de ésta con la superficie plana, atravesara poco a poco su mundo.
Por ejemplo, una esfera aparecería primero como un punto; luego, como rodajas cada vez más grandes, se ampliaría a un círculo que alcanzaría su diámetro máximo y, finalmente, volvería a encogerse hasta convertirse de nuevo en un punto y desaparecer definitivamente; es decir, algo así como una forma extraña y cambiante surgida de la nada.
Ahora bien, siguiendo el mismo razonamiento por analogía, podemos suponer lícitamente que un visitante de una dimensión espacial superior se revelaría ante nosotros – confinados en un espacio tridimensional y alegremente convencidos de que eso es todo lo que existe – de igual manera que la esfera en Planilandia.
Cosa que, como ya habrá advertido el lector familiarizado con la casuística OVNI, encaja a la medida con el gran número de observaciones registradas de objetos voladores que de repente aparecen y desaparecen y cambian de forma y de tamaño… aquí, allá, y en todas partes…
En tal sentido bastará recordar a guisa de ejemplo lo acaecido el 25 de octubre de 1963 cuando, a las 18:45 hs., los pilotos de un avión que volaba a unos dos mil metros de altitud, siguiendo la ruta desde Saint Louis a Mitchell (USA), vieron aparecer de pronto y por arriba de ellos un desusado objeto masivo, de aspecto sólido, que iba acompañado por otro semejante pero más pequeño.
Sorprendidos e intrigados desde luego, los pilotos no habían dudado en virar para echar de cerca un vistazo a la rareza, pero entonces algo todavía más extraño sucedió: el objeto más grande fue haciéndose cada vez más pequeño, mientras que el de menor tamaño, en cambio, comenzó a agrandarse.
Y hecho esto, ambos se alejaron rápidamente del avión que se les aproximaba. Luego, el objeto mayor – solo ahora, según vieron los testigos – se desintegró en algo así como una veintena de pequeños fragmentos que al instante siguiente desaparecieron sin dejar rastro, a excepción de uno que de acuerdo a las descripciones de los pilotos se parecía a un «aeroplano visto desde atrás».
Y minutos después, a las 19:00 hs., la masa mayor apareció de nuevo, y otra vez se hizo visible también el objeto pequeño que una vez más comenzó a aumentar de tamaño mientras el otro encogía… como si se tratara de la repetición de una graciosa película de enredos…, una del tipo que de seguro Alicia y sus amigos disfrutarían mucho, riendo y comiendo palomitas de maíz un sábado por la tarde en algún cine del País de las Maravillas.
FÍSICOS ESTADOUNIDENSES BUSCAN UNA NUEVA DIMENSIÓN ESPACIAL
¿Vivimos de algún modo en nuestra propia Planilandia?
¿Es la espesa niebla del antropocentrismo lo que reduce nuestra visión del mundo a más o menos la misma restringida perspectiva de aquellos seres bidimensionales incapaces de reconocer como tal a una simple esfera amigable?
¿Puede alguien acaso afirmar que el extraño fenómeno avistado por los pilotos nada tiene que ver con una posible extra-dimensión de la que hasta ahora nada se sabe?
En definitiva, ¿hay suficiente lugar en el Universo para un País de las Maravillas?
Un cable de la agencia EFE, fechado en Boston en 2003, nos lo pone en claro. Leemos:
«Los científicos que estudian física de las partículas creen que para 2005 habrán descubierto la existencia de una nueva dimensión y, aunque todavía no saben su forma, intuyen que tiene que combinar la gravedad y el electromagnetismo.(…)
María Spiropulu, una especialista en Física de Alta Energía, busca en el Laboratorio Enrico Fermi de Chicago (Fermilab) lo que denomina una «extra-dimensión», un ámbito distinto al del tiempo y del espacio tridimensional en el que habitualmente nos movemos.
La investigadora ha explicado en la reunión que celebra en Boston la Asociación Estadounidense para el Avance de las Ciencias, AAAS, que si se encuentra esa nueva dimensión, «el modo en que pensamos sobre las cosas puede cambiar completamente». (…)
En cierto sentido, reconoce María Spiropulu, ocurre como en «Alicia en el País de las Maravillas», donde hay universos paralelos que no pueden percibirse a simple vista.»
«EFECTO EM» (Electromagnético)
Por supuesto, pretender sostener como hipótesis preliminar que los Objetos Voladores No Identificados podrían estar relacionados con la existencia de dimensiones superiores del espacio basándonos únicamente en sus notorios cambios de forma y tamaño, o bien en sus repentinas apariciones y desapariciones al igual que conejos en la galera de un mago, podría sonar- aunque los testimonios al respecto se cuenten de a miles – muy parecido a un juicio temerario.
De modo que, llegados a este punto, será oportuno aclarar que los razonamientos analógicos – como los empleados aquí – son del tipo inductivo, es decir que no pretenden demostrar la verdad de sus conclusiones, ni ofrecen una evidencia total de las mismas como una derivación necesaria de sus premisas, sino solamente sostienen la probabilidad de que éstas sean verdaderas.
Así, a diferencia de lo que acontece con los razonamientos deductivos, los inductivos no son válidos o inválidos (en los razonamientos deductivos, se usa el término técnico «válido» cuando las premisas y la conclusión se relacionan de tal manera que resulta imposible que las premisas sean verdaderas sin que la conclusión lo sea también) pero, desde luego, los hay mejores o peores conforme sea el grado de probabilidad que las premisas les otorguen a las conclusiones.
Esto, sencillamente, tiene que ver con que algunos razonamientos tienen mayor verosimilitud que otros, y son por tal motivo más convincentes. Claro está que para ello deben seguirse algunos criterios de apreciación; como por ejemplo, el número de entidades entre las cuales se establecen las analogías.
En consecuencia, nos ocuparemos a continuación de otras particularidades no menos llamativas y que también podrían vincular la naturaleza del fenómeno OVNI con la eventual existencia de otras dimensiones espaciales.
Pero primero nos referiremos sucintamente a la idea que dio origen a la investigación que, como antes señalábamos, se está llevando a cabo en el Laboratorio Enrico Fermi en procura de hallar una extra-dimensión.
En rigor, todo comenzó en 1915, cuando Albert Einstein publicó su magnífica Teoría General de la Relatividad con la cual revolucionó la física haciendo a un lado a Newton y su mecánica al sustituir el concepto de que la gravedad era una fuerza por la arrolladora idea de que en realidad se trataba de un campo de distorsión geométrica (es decir, ninguna fuerza de atracción sino pura curvatura espacial).
Y desde luego, tan enorme cambio no tardó en poner también bajo la lupa a la única de las otras fuerzas de la naturaleza bien identificada por aquella época: el electromagnetismo. Lo cual no obedecía a una motivación meramente antojadiza ya que tiempo antes, alrededor de 1850, James Clerk Maxwell había logrado en un sistema de ecuaciones unificar electricidad y magnetismo en un solo campo, el campo electromagnético, demostrando así que dos fuerzas aparentemente distintas, y como tales descritas hasta entonces separadamente, eran en realidad dos facetas de una misma fuerza, lo que introdujo ni más ni menos que la primera teoría de campo unificado, que significó a su vez el primer paso fundamental hacia la búsqueda – que todavía hoy continúa – de la gran teoría unificada de la naturaleza que permita, en definitiva, amalgamar las cuatro fuerzas actualmente conocidas en una común: la superfuerza.
De modo que, conscientes del enorme impacto social que la radio y la electrónica habían provocado como directos derivados del nuevo concepto de campo electromagnético, los físicos, con Einstein a la cabeza, comenzaron la búsqueda de una teoría unificadora de los campos electromagnético y gravitatorio con la mira puesta en las bondades que un descubrimiento tal podría traer al mundo.
Sin embargo, el problema a resolver no era sencillo en absoluto; y cada intento se convertía en un nuevo fracaso.
Hasta que por fin, en 1921, un ignoto físico polaco, Theodor Kaluza, publicó un audaz enfoque – que es hoy la base conceptual de la investigación sobre la existencia de dimensiones superiores del espacio – acerca del cual el prestigioso catedrático y escritor científico Paul Davies (Superfuerza) señala:
«Su labor es un ejemplo clásico de imaginación creativa e intuición física. Kaluza comprendió que era imposible que la teoría electromagnética de Maxwell pudiera convertirse en geométrica, tal como entendemos normalmente la palabra, ni siquiera aceptando las curvaturas espaciales. Su solución fue brillantemente simple. Amplió la geometría lo suficiente para acomodar la teoría de Maxwell. Lo hizo de un modo que es a la vez extraño y persuasivo. Kaluza mostró que el electromagnetismo es en realidad una forma de gravedad, pero no la gravedad de la física familiar. Es la gravedad de una dimensión invisible del espacio”.
Es decir que, como bien nos lo explica Davies a continuación:
«Los físicos ya estaban acostumbrados a considerar el tiempo como la cuarta dimensión. La teoría de la relatividad revela que espacio y tiempo no son en sí mismos cualidades físicamente universales. Al contrario, deben ser unificados en una sola estructura tetradimensional, llamada espacio-tiempo. Kaluza fue más lejos y postuló que existe aun otra dimensión, una dimensión adicional del espacio; hay así cuatro dimensiones espaciales y cinco dimensiones en total. Pero entonces Kaluza demostró que ocurre una especie de milagro matemático: el campo gravitatorio de este universo pentadimensional se comporta exactamente como la gravedad normal más el campo electromagnético de Maxwell, al ser contemplado desde la restringida perspectiva de las cuatro dimensiones. Lo que decía Kaluza con su atrevida conjetura era que si ampliamos nuestra visión del Universo a cinco dimensiones, entonces no hay más que un solo campo de fuerza, la gravedad. Lo que llamamos electromagnetismo es tan sólo esta parte del campo gravitatorio que opera en la quinta dimensión, la nueva dimensión espacial que no habíamos reconocido.»
Ahora bien, innumerables testimonios recogidos en todo el mundo vinculan la presencia de OVNIS con casos de inexplicables interferencias en las comunicaciones radiales, o con extrañas perturbaciones en los instrumentos de navegación de buques y aviones – cuyos compases se comportaron como si hubiesen perdido su imantación -, o bien con la paralización de automóviles o con enormes apagones que dejaron a oscuras ciudades enteras.
Lo cual, sumado al sonido de perturbadores zumbidos y, también, a ciertos efectos físicos en las personas – traducidos en diversos cambios sensorios y motrices, como cosquilleos, parálisis e incluso pérdida del sentido -, pone en evidencia una relación causal directa entre OVNIS y electromagnetismo, que los investigadores del fenómeno coinciden en llamar efecto EM (electromagnético).
En consecuencia, ¿no cabría preguntarse acerca de la posibilidad de que tal correlación entre alteraciones electromagnéticas y apariciones de OVNIS sea de hecho una resultante de la influencia del campo gravitatorio de otra dimensión espacial, en un todo de acuerdo con la teoría de Kaluza antes mencionada?
Es decir, supongamos, groseramente, que alguien entra a nuestra casa abriendo de golpe la puerta de calle… ¿Nos sorprendería acaso que se produjera entonces una corriente de aire?
CESAR REYES DE ROA
Procedencia de las ilustraciones: El autor agradece el permiso concedido para reproducir material de ilustración al Dr. David Harrison, Profesor adjunto del Departamento de Física de la Universidad de Toronto (Canadá), por la imagen animada de Flatland / Planilandia; y asimismo a la Fundación La Semilla (Madrid, España) por el montaje animado de Alicia.
César Reyes de Roa estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Es periodista versado en ciencia y fue coordinador documental de la revista Cuarta Dimensión, jefe de redacción de otras publicaciones especializadas y actualmente es el editor de www.antiguosastronautas.com Desde 1980 ha publicado gran número de artículos referidos a la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres.
© César Reyes de Roa, 2003 – Todos los derechos reservados.