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Los efectos físicos y biofísicos que con cierta frecuencia aparecen asociados a los encuentros cercanos con OVNIs, tales como huellas, alteraciones en la vegetación, interferencias electromagnéticas y daños fisiológicos en humanos y animales, si bien trascienden la subjetividad de los testimonios y poseen mayor valor objetivo, reconozcamos que sólo proporcionan evidencias indirectas sobre la naturaleza intrínseca del fenómeno.
Es evidente, pues, que para captar de modo directo el fenómeno mismo se necesitan registros instrumentales que aporten datos cuantitativos en condiciones controladas. Que esto no ha ocurrido hasta el presente es harto notorio. Y ello se debe a dos factores fundamentales: por un lado, la imprevisibilidad y el comportamiento evasivo de los OVNIs; por otra, el desinterés de la comunidad científica hacia el tema, lo cual torna improbable la obtención de recursos económicos y de los medios instrumentales adecuados para lograr esa clase datos.
Debe reconocerse que los actuales sistemas de detección no son apropiados cuando se trata de fenómenos con las peculiares características de los OVNIs. Así lo confirman las opiniones vertidas por distinguidos científicos.
El Dr. Robert M. Baker Jr., especializado en ingeniería aeronáutica, expresa:
“La mayoría de nuestro equipo astronómico son por naturaleza dispositivos de propósito especial y probablemente no detectarían fenómenos luminosos anómalos, si en verdad éstos estuvieran presentes. Su velocidad fotográfica, su campo visual, etc., imprimen severas restricciones a su aptitud para registrar datos sobre otros objetos que no sean aquellos para cuta detección fueran específicamente diseñados”.
Y agregaba más adelante:…”aún si tales casos fuesen registrados, el reconocimiento de su carácter único o anómalo por parte de un observador es improbable”. (Fuller, John G. (edit.). Aliens in the skies; the scientific rebuttal to the Condon Commitee Report. New York, G.P.Putmans’s Sons, 1969, p. 153.
Por su parte, el físico Frederick Ayer, en su contribución al Informe Final del Proyecto OVNI de la Universidad de Colorado, que lleva por título: Instrumentación para la búsqueda de OVNIs, afirma:
“ninguna red detectora, ya sea simple o compleja, tal como está constituida la presente, puede ayudarnos a avanzar mucho en el camino de la identificación de este tipo de hechos que por hoy desafían toda explicación” (Final Report of the Scientific Study of Unidentified Flying Objects conducted by the University of Colorado under contract to the United States Air Force. New York, Bantam Books, 1968, p.801.
Y el ingeniero William Powers, del Observatorio Astronómico de la Northwestern University expresaba:
“La red de cámaras para meteoritos…está dispuesta de tal modo que los campos visuales se superponen a una altitud de varias decenas de millas, donde es más probable que se observen meteoros. Aún cuando tal red pudiera cubrir una fracción sustancial del cielo de miles de millas cuadradas a la altura designada, la muestra a alturas de una o dos millas es próxima a cero” (Powers, W.R. Phographic surveillances of UFOs. En: Flying Saucers Review, january-febrary, 1968.
En síntesis: los actuales sistemas de sensores astronómicos y militares están construidos con una alto grado de selectividad, en absoluto necesario para evitar la molesta interferencia de datos carentes de interés específico.
De este modo, toda señal referida a objetos que no sean los que se buscan, es desechada o bien clasificada como imágenes o blancos espurios, archivada y finalmente olvidada.
En tales condiciones, resulta claro que de aparecer los OVNIs en las fotografías de las cámaras rastreadoras, sólo podrían hacerlo como “fenómenos observacionales anómalos”, siempre imprecisos y ambiguos.
De hecho, es esto lo que ha ocurrido: en carta enviada a la revista Science (oct. 21, 1966) y en una disertación en el Centro de Vuelo Espacial Goddart . (Electronic News, enero 16, 1967), el Dr. J. Allen Hynek reveló que tanto las cámaras de meteoritos como las rastreadoras de satélites habían fotografiado trazas luminosas que nunca pudieron se positivamente identificadas.
Las aseveraciones de Hynek han sido confirmadas por diversos investigadores científicos. Así, por ejemplo, el ya mencionado ingeniero Powers informó al Dr. Baker que varias de las fotos de la Red Smithsoniana mostraban rastros anómalos inexplicables; y el NICAP, de Washington, afirma poseer placas tomadas por las cámaras Baker-Nunn del Observatorio Astrofísico, exhibiendo trazas de objetos luminosos que no coinciden con ninguno de los satélites conocidos.
Experiencias similares nos relata el Dr. Jacques Vallée. Cuando cursaba su maestría en Astrofísica en la Universidad de Lille, tuvo ocasión de ver que las cámaras del observatorio varias veces registraron la presencia de objetos anómalos, pero lamentablemente este hecho –con gran sorpresa para Vallé- no despertó curiosidad en los operadores científicos y las cintas fueron luego desechadas y archivadas.
Finalmente, es insoslayable no recordar el caso de los dos objetos inexplicables que fueran captados por las cámaras del analizador de trayectorias automáticas del Observatorio de Folcalquier, Francia, el 3 de mayo de 1957. Dicho aparato había sido construido por el astrónomo Roger Rigollet, perteneciente al Centro Nacional de Investigaciones de Francia (CNRS) y especializado en el estudio de los meteoritos. (Michel, A. Los misteriosos platillos volantes. Barcelona. Pomaire, 1963, p. 307; Vallée, Jacques y Vallée, Janine. Challenge to science; the UFO enigma. Chicago, Regnery, 1966, p. 12).
En vista de las falencias notorias arriba mencionadas, se han sugerido algunas propuestas a fin de establecer un sistema de sensores aptos para detectar OVNIs.
El capitán Edward Ruppelt (por entonces jefe del Proyect Blue Book) por ejemplo, en su ya clásico libro, recuerda el fallido intento por implementar un plan de instrumentación, con estaciones de rastreo, cámaras astronómicas asociadas a radares y otro aparatos. Pese a los esfuerzos de Ruppelt y del general Garland, jefe del ATIC, la propuesta fue rechazada por los altos mandos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Por su parte, el Dr. Claude Poher, del Centre National dÉtudes Spatiales, de Francia, en su estudio sobre correlaciones entre perturbaciones magnéticas y testimonios visuales de OVNIs, sugiere que la detección de esta clase fenómenos parece posible, pero sólo si se dispusiera de varias estaciones automáticas para registros magnéticos bien equipadas. Esto incrementaría la probablidad de ver el paso de un OVNI por las inmediaciones de una de ellas. Poher supone que al menos diez estaciones de esta clase serían necesarias para lograr datos significativos.
Pero debemos al conocido ufólogo norteamericano Rey Stanford la concreción de lo que quizás ha sido el primer programa de investigación instrumental. En el año 1971, Stanford, junto a un grupo de técnicos e ingenieros, fundó el llamdo Proyect Starlight International (PSI), entidad con fines científicos, con sede en Austin, Texas, cuyo objetivo fundamental era el rastreo fotográfico y electrónico del fenómeno OVNI, mediante la aplicación de instrumentos de precisión, capaces de lograr datos cuantitativos (Stanford, R. El escándalo del OVNI. Barcelona, Pomaire, 1976, p. 243; Ballester Olmos, V.-J. El fenómeno aterrizaje. Barcelona, Plaza & Janes, 1978, p.163).
Las zonas ventanas
Hagamos notar que las dificultades que bloquean la observación deliberada de los fenómenos aéreos anómalos no son insuperables, al menos en teoría. Así, la fugacidad de los avistamientos es relativa: a veces se han prolongado por espacio de horas y de días; y en otras oportunidades las apariciones se repitieron en un mismo lugar durante lapsos importantes, incluso de muchas semanas, meses y hasta años.
De haber existido en todos estos casos un eficiente dispositivo de rastreo, es probable que se hubieran podido lograr datos algo más sustanciales sobre la naturaleza de los OVNIs.
Precisamente, a estos espacios geográficos, donde se registran observaciones de modo recurrente, aunque con variada intensidad, se han dado en llamar “áreas o zonas ventanas”. El uso de este nombre no significa por necesidad adscribirse a ninguna hipótesis transdimensional y sólo define la reiteración prolongada en el tiempo de la actividad OVNI, en zonas acotadas, a diferencia de las oleadas cuyo alcance territorial puede ser mucho más amplio.
Se habla también de “áreas calientes” caracterizadas por una intensa actividad OVNI, pero hay un evidente matiz diferencial entre ambos conceptos, porque en las ventanas dicha actividad es recurrente, lo cual no sucede necesariamente en las hot areas.
En virtud de esa recurrencia espacial y temporal que se da en algunas regiones del mundo lo que permite a los investigadores detectar en forma directa los casos en el momento de producirse y como consecuencia ofrecen las más favorables condiciones para aplicar técnicas de monitoreo instrumental, de alta tecnología.
De todas las zonas ventanas conocidas hasta hoy, habremos de referirnos sólo a aquellas donde efectivamente se han implementado proyectos para la detección instrumental de los fenómenos.
Tales como el Proyecto Hessdalen, en Noruega y el Proyecto Identificación, en Piedmont, Missouri. Otras zonas con avistamientos recurrentes de luces anómalos se sitúan en Marfa y Yakima, EE.UU; en los lagos Notario y Taguish, Canadá; Urales, Rusia; Montes Peninos, Reino Unido; y las luces Mini-Min, Australia.
En nuestro país, las zonas de Victoria, Entre Ríos; Capilla del Monte, Córdoba, Roque Pérez, Buenos Aires y Cachi, Salta, son las más popularmente conocidas áreas ventanas, en las cuales, a lo largo de años se han reiterado informes sobre presuntos OVNIs y luces anómalos.
Las luces de Piedmont
Fue en el año 1973, cuando residentes en Piedmont, Missouri y áreas circundantes comenzaron a informar la aparición de luces extrañas en el cielo.
El Dr. Hartley Rutledge, por entonces Jefe del Departamente de Física de la Southeast Missouri State University, decidió llevar a cabo un estudio de campo en larga escala y poner a juicio del escrutinio científico de la naturaleza de estos objetos aéreos luminosos. Para ello reunió un equipo móvil de observadores con entrenamiento universitario o experiencia equivalente en ciencias físicas y una batería de equipos: telescopios Questar, analizador de frecuencias, detectores de sonidos y cámaras de alta calidad.
El resultante Proyect Identification ha estado operando desde entonces, acumulando cientos horas de observación. De este modo, expertos entrenados pudieron investigar OVNIs mientras el fenómeno se hallaba en proceso y registrar datos de manera científica y objetiva, posibilitando al Dr. Rutledge calcular la verdadera velocidad, distancia y tamaño de los objetos.
En el transcurso del proyecto y durante el período 1973-1981, se tomaron alrededor de 700 fotografías, de las que 30 eran significativas. Un total de 164 OVNIs fueron observados, 10 de ellos como objetos estructurados de apariencia tecnológica, de los cuales 4 fueron vistos a plena luz del día.
El proyecto y sus resultados fueron descritos y resumidos en el libro del Dr. Rutledge, Proyect Identification; the first scientific field study of UFO phenomena, (Prentice-Hall, 1981).
El fenómeno Hessdalen
Hessdalen es un pequeño valle situado en la zona central de Noruega, a unos 120 km de Trondheim y a 30 km de la localidad de Toeros. El valle tiene una longitud de 12 km –en dirección Norte-Sur- y un ancho máximo de 5 km; por el Este y el Oeste se halla enmarcada por montañas no muy elevadas (alrededor de 1.000 m sobre el nivel del mar). La mayor parte de sus 150 habitantes viven próximos a la ruta 30.
En diciembre de 1981, los habitantes del valle comenzaron a informar haber visto luces extrañas y desconocidas. Ellas eran visibles tanto en la noche cuanto en horas del día.
Durante el periodo 19871-1983 hubo varios cientos de informes (constituyó una verdadera “oleada”), pero el fenómeno comenzó a decrecer a fines de ese último año y desde 1985 ha habido, comparativamente, pocos avistamientos aunque la actividad hasta el momento actual no ha cesado.
El fenómeno, tal cual surge de las descripciones testimoniales, posee características múltiples a veces se presenta como una especie de “bala”, con su extremo agudo dirigido hacia abajo; otras veces como “un árbol de Navidad” con muchas fuentes luminosas multicolores que se movían cual si estuvieran físicamente conectadas, también como luces blanco-azuladas, muy intensas, a menudo destellantes y siempre en movimiento.
Las extrañas luces fueron vistas en ocasiones por encima de los techos de las casas o a baja altura sobre el suelo; otras podían estar muy alto en el aire. A veces podían permanecer inmóviles por más de una hora; otras se movían lentamente y llegaban a detenerse; o también desplazarse en el cielo a enorme velocidad.
En las observaciones efectuadas a plena luz del día, los fenómenos aparecían como objetos oscuros, de configuración oval o rectangular, otras veces con forma cigarro y también como discos.
No obstante la gran cantidad de informes generados por testigos que indicaban la existencia de extrañas manifestaciones luminosas, en el valle de Hessdalen, ni el gobierno de Noruega ni tampoco ninguna institución científica manifestó interés por adquirir un mejor conocimiento acerca de loa fenómenos denunciados.
Por tal causa, en junio de 1983, un pequeño grupo de cinco personas, que incluía ingenieros y científicos noruegos, inició el llamado Proyecto Hessdalen cuyo objetivo era lograr datos cuantitativos mediante monitoreo instrumental, en una campaña de observaciones sistemática y organizada. Así formaron un Comité de Trabajo con consultores externos (el Comité de Asesores), recibiendo la asistencia del NDRE (Norwegian Defence Research Establishment) y de las Universidades de Oslo, Bergen y más tarde de Trondheim.
El grupo, al cual se sumaron luego muchos otros investigadores (llegó haber hasta 40) realizó trabajos de campo en el valle de Hessdalen desde el 21 de enero, 1984, al 26 de febrero, del mismo año.
El Proyecto involucraba a tres estaciones con observadores y sus cámaras, algunas de ellas con rejilla de difracción para obtener información espectroscópica. En la estación principal, los investigadores usaron además de las cámaras, visor IR (infrarrojo) sismógrafo, magnetómetro, equipo de radar, láser, contador Geiger y analizador de espectro.
Los resultados del trabajo de campo realizado por el Proyecto en el período de 5 semanas (21 de enero a 26 de febrero, 1984) se dieron a conocer en elInforme Técnico Final, preparado por uno de los miembros del Comité de Trabajo, el ingeniero electrónico y Master en Ciencias, Erling Strand.
Hubo 188 informes sobre diferentes luces. De ellos 135 fueron calificadas como “luces conocidas”, para las cuales había una explicación natural, pero 53 se aceptaron como fenómenos de Hessdalen. De estas últimas 11 se consideraron de alto mérito, con índices de extrañeza F 8, 9 y 10 (de una valoración entre F 1 y F 10).
Se obtuvieron en total 36 registros de radar, 3 de ellos fueron vistos también como luces. Todos los otros no tuvieron confirmación visual. La mayor velocidad detectada fue la de una luz que se movía hacia el Norte a 30.000 km/h.
El sismógrafos no registró ninguna actividad sísmica local de lo que se infiere claramente que el fenómeno nada tiene que ver con este tipo de manifestaciones geofísicas.
Las cámaras con dispositivos para la captación espectroscópica obtuvieron tres fotografías lo suficientemente buenas como para ser analizadas.
Ellas sugerían un espectro continuo, característico de un objeto sólido, diferente al producido por gas incandescente –un fenómeno de plasma- (espectro con líneas de emisión o de absorción). Sin embargo, a ese respecto las mediciones no son concluyentes.
El Informe acota también un hecho curioso: muchas veces en el transcurso del Proyecto, las cámaras fallaron, y esto sucedía en especial cuando los observadores más la necesitaban.
Durante un período de cuatro días, luces desconocidas fueron vistas en 10 ocasiones, y el magnetómetro registró 21 pulsaciones, de las cuales 4 parecen corresponderse con las observaciones visuales. Esto sugiere una probable asociación entre algunas de las luces desconocidas y las perturbaciones magnéticas detectadas.
Pero la más sorprendente experiencia fue la prueba efectuada con un Hene láser. En ocasión de la observación visual de una luz de centelleo regular que se desplazaba lentamente hacia el Norte, los investigadores dirigieron un rayo láser sobre ella y al instante la luz duplicó la frecuencia de centelleo. Tan pronto como apartaron el rayo, retomó su secuencia anterior y al iluminarla otra vez comenzó otra vez el doble centelleo. Esta operación se repitió 4 veces, con idénticos resultados.
Una segunda prueba se efectuó a una hora después, cuando una luz similar se movía hacia el Sur. Ocurrió lo mismo que en el caso: en esta oportunidad se dirigió el rayo láser 5 veces y en 4 de ellas la luz duplicó su frecuencia.
Años más tarde, el Proyecto incorporó una estación automática de medición (Hessdalen AMS) desarrollada y preparada por alumnos del College de la Universidad de Ostfold. El 7 de agosto de 1998, se instaló en la ladera del monte Rognefjell, en el sector Nordeste del valle de Hessdalen. La Hessdalen AMS consiste en dos computadoras, una cámara en blanco y negro CCD, una video-grabadora y un magnetómetro. La cámara está conectada a una computadora y a una video-grabadora. La computadora analiza las fotografías enviadas por la cámara CCD cada segundo y si registra un súbito cambio en una foto, comparada con la anterior, se activa la alarma, la cual pone en marcha la video-grabadora durante 15 segundos, por lo menos. Todos los datos obtenidos son así enviados cada hora al sitio que el Proyecto posee en Internet.
Si bien el sistema, al disponer de una sola cámara, genera gran cantidad de alarmas falsas, también recibe otras de interés. Durante el período agosto 1998-enero 2000, se obtuvieron 70 fotografías interesantes que mostraban el fenómeno Hessdalen.
El Proyecto EMBLA (Electro Magnetic Behaviour of Luminous Anomalies)
Este programa de investigación científica nació en 1998 como una iniciativa conjunta entre el CNR (Consiglio Nacionale dell Richerche), el IRA (Istituto di Radioastronomía de Medicina), ambos en Bolonia, Italia y el College de Ingeniería de Ostfold, con sede en Sarpsborg, Noruega.
El propósito de EMBLA es el estudio del comportamiento electromagnético de los fenómenos luminosos recurrentes en Hessdalen, usando para ello sofisticados radiorreceptores y espectómetros. Luego de varias reuniones con los principales investigadores de Hessdalen, Erling Strand y Bjorn Gigle Hauge, profesores adjuntos del College Ostfold, en agosto de 2000 y se decidió finalmente instalar la instrumentación del Proyecto CNR-IRA, dirigido por el astrofísico italiano Massimo Teodorani. Hasta el presente se han cumplido 4 misiones EMBLA, en los años 2000, 2001, 2002 y 2004.
Mientras que el Proyecto Hessdalen había demostrado que el fenómeno luminoso podía ser efectivamente mensurable y que era capaz de reflectar las ondas de radar, el subsecuente Proyecto EMBLA estaba destinado a examiar más en detalle las características de radio del fenómeno y monitorear con exactitud esa franja del espectro EM. Debió su realización al apoyo brindado también por el Comité Italiano para el Proyecto Hessdalen (CIPH), un instituto privado dirigido por Renazo Cabassi.
Al año siguiente, en agosto de 2001, otra misión estuvo destinada a estudiar el aspecto óptico de los fenómenos luminosos, utilizando para ello un variado instrumental.
Se obtuvieron muchas fotos, videos y algunos espectro de los fenómenos, pudiéndose inferir ciertas conclusiones acerca del perfil de los mismos. Los resultados del análisis subsecuente mostró ciertas características, que se exponen a continuación:
El fenómeno no está formado por un solo objeto, sino por muchos esferoides secundarios más pequeños que parecen vibrar alrededor de un baricentro común, algunos de los cuales han sido expulsados del cuerpo central. Además el fenómeno cambia de forma y color con gran rapidez.
Desde el punto de vista físico se ha podido demostrar tanto espectrográfica como fotométricamente que el fenómeno se comporta en el 95% de los casos como un plasma térmico, pero con características termodinámicas y morfológicas altamente anómalas. La luminosidad sólo se incrementa por vía del aumento de la superficie irradiante y no por el aumento de la temperatura, que permanece constante sin ningún efecto de enfriamiento.
Los datos recogidos parecen indicar con claridad que el fenómeno posee cualidades de autorregulación energética. Hasta ahora no ha sido posible identificar el mecanismo de origen natural capaz de actuar de modo espontáneo con tal sorprendente eficiencia.
Además de las manifestaciones de apariencia plasmoide, existe también una reducida, pero significativa parte de los objetos relevados que no muestran ninguna de las características de los plasmas, sino las propias de objetos sólidos iluminados de manera uniforme.
Para los investigadores se plantea así una alternativa: que la fenomenología de Hessdalen sea debida a la superposición de dos fenómenos con caracteres diferentes, o bien ser ocasionada por dos comportamientos muy diferentes de un mismo fenómeno.
A este respecto dice el Dr. Teodorani en un trabajo publicado en 2004: “cualquier manera, debe tenerse presente que las leyes de física sobre radiación bien conocidas dicen con claridad que la verificación instrumental de la naturaleza de plasma de un fenómeno dado, no es suficiente para demostrar que el mismo es enteramente un plasma, sino sólo que su superficie externa (o fotosfera) se comporta como un plasma, el cual por su naturaleza es capasz de esconder lo que existe dentro de él”.
Finalmente, en su Informe EMBLA 2002: an optical & ground survey in Hessdalen, el Dr. Teodorani afirma que la hipótesis de un plasma de alta energía se ha visto debilitada por las mediciones ópticas y el análisis de la distribución lumínica efectuadas en los últimos años y sugiere dos posibles interpretaciones: o una esfera luminosa semejante a un rayo globular eléctricamente calentada que puede simular ópticamente un objeto sólido; o un objeto sólido iluminado de modo uniforme.
Comentarios finales
Hasta el presente, pese al empeño de los grupos científicos a lo largo de casi 20 años de investigaciones de campo, y de la variedad de instrumentos empleados, los resultados obtenidos aún arrojan poca luz acerca de la verdadera naturaleza del fenómeno.
Las mediciones no alcanzan valores tan precisos como para arriesgar una hipótesis explicativa satisfactoria. En forma provisoria sólo podrían demostrar la existencia de un fenómeno desconocido, no convencional, que curiosamente a veces pareciera interaccionar con los observadores.
Aquí también se aplica la clásica frase de Carl Jung: “el fenómeno no se deja atrapar”; por eso suponer que un aparatología más completa y avanzada, la multiplicación de estaciones automáticas de monitoreo o el incremento de cámaras, haría posible resolver el enigma que plantean las manifestaciones luminosas de Hessdalen, es una expectativa que no debe ser sobredimensionada.
Quizás su reconocida cualidad evasiva sea de difícil superación para la aprehensión científica de las mismas