EXISTE UN PLAN CELESTE? (4 PARTE)

LOS OVNIS, EL PROBLEMA INESPERADO
Daniel López

Cuando allá por el 1800 o 1900 se daba impulso a una sociedad manejada por poderes hegemonicos financieros nadie suponía que una verdadera amenaza a esos perfectos y meticulosos planes pudiera provenir desde el espacio exterior.
Una fuerza tímida, esquiva, inescrutable que jamás dejo mostrar sus verdaderos perfiles sino en esporádicos encuentros con el hombre común…! el hombre común!

LAS CIUDADES CÚPULA

Las leyes del ¨mercado¨, aquellas normas que se imponen a las sociedades, al contrario de las leyes y normas que los pueblos regulan a través de sus representantes políticos y funcionarios, no se estipulan en los congresos ni se debaten en foros públicos; antes al contrario, las ¨leyes¨ y políticas mercantilistas a gran escala se delinean en inexpugnables cónclaves entre sectores poderosos que más tarde ejercerán presión sobre las sociedad mediante sus innúmeros mecanismos de coerción para imponer sus pareceres. De hecho la globalización, el fin de las fronteras, es una iniciativa principalmente económica y refiere a la expansión de los mercados no en el libre comercio -falacia terminológica- sino en el sometimiento de la civilización a los caprichos del egoísmo de quienes delinean el perfil financiero mundial. La independencia de las naciones no se han fundido por la integración geopolítica sino por la sumisión a los mismos grupos que mediante las bolsas, los intereses monetarios y las deudas han acumulado un poder de dirigencia de los más activos y reconocidos en el mundo actual.
Las políticas internas de los países que pretenden progresar o mantener razonables niveles de estabilidad económica establecen mecanismos de seducción y marco jurídico propicio para dar estabilidad a las fuertes rentas y el crecimiento desmedido así como a la concentración de poderes de las corporaciones financieras viviendo una relación de calma y convivencia toda vez que los objetivos sociales de las naciones no afecten las susceptibilidades de los mercados.
El grupo de los 8, las naciones más industrializadas del orbe, los presidentes y ministros de las potencias, trabajan denodadamente por converger en una decidida globalización, principalmente económica que sustente en las leyes no consensuadas de los financistas las reglas que facilitaran la convivencia entre las democracias y los absolutismos monetarios dándole una apariencia legal y un espíritu de progreso que no se aviene a las necesidades colectivas o a la explotación concienzuda y respetuosa de los recursos naturales sino al reconocimiento liso y llano del verdadero poder mundial.
La concentración de capitales posee números contundentes al demostrarse que la distribución de riquezas de las ultimas décadas ha reducido el número de depositarios y finalmente son, en comparación al número real de habitantes, una fracción microscópica de gente la que posee el mayor número de bienes y recursos del mundo.
El paciente esmero en ramificarse por todos sitios en el ultimo siglo les ha dado a estos grupos frutos enormes y hoy están en condiciones de empezar a doblegar la voluntad de las mayorías habiéndose instituido como un puente insalvable entre la opinión de los ciudadanos y los sistemas que lo representan. Fabrican sus dineros, manejan sus bolsas de comercio, desarticularon sus estados suplantándolos por actividades privadas, rigen sus leyes de trabajo, orientan sus decisiones políticas, adoctrinan a sus ministros de economía…o sea que el hombre común está inmóvil ante el crimen social más terrible de la historia humana, el dominio del egoísmo instintivo sobre toda lógica y evolución natural.
Pero el problema de fondo ha dejado de ser económico.
Los mercados responden ante las amenazas como las fieras heridas, les rige y domina una respuesta instintiva que las logias más poderosas utilizan como perímetro de defensa o avanzada según el caso.
Tras unas cuantas familias poderosas se agrupan multitud de ambiciones ciegas perfectamente alineadas y que responden por instinto de conservación a pesar que sus estrategias tengan la apariencia de una pensada acción. Los hombres que especulan y negocian son susceptibles a los cambios y frenéticos ante los riesgos de perder lo acumulado; son soldados fríos que prefieren la precarización de las condiciones laborales de un pueblo antes de hacer peligrar sus ganancias por el mero reclamo de los hombres libres, y dicho sea de paso enarbolan la libertad de los mercados como si de verdad refirieran a las libertades naturales de los individuos, y enviciados en sus paneles luminosos sobre los avatares de acciones y dineros se comportan como felinos defendiendo la presa que han cazado a mordiscones.
El mundo esta cambiando peligrosamente ante la amenaza de ese ejercito virtual y desalmado que reconoce su egoísmo y lo detenta como fuero de superioridad ante quienes prefieren otro tipo de mundo atenuado por las razones y los derechos. Pero lo peor de todo es que siguen siendo instrumentos de una ideología oscura y de pleno control que camina segura hacia la cumbre.

TODO PARA POCOS
Es inevitable caratular a todo este proceso como una intentona absolutista, quizás la más grave que la humanidad haya vivido pues al manejarse subrepticiamente y con hábiles mascaradas logra disfrazar la magnitud de su crimen sobre las generaciones presentes y futuras.
Pero la verdad es que toda hegemonía requiere de marcos especiales para sobrevivir y es bien sabido que el poder de la opinión publica es acaso la única valla que impide el triunfo del iluminismo déspota sobre la humanidad entera.
Ellos han creado el fantasma de la superpoblación cuando es bien sabido que hay recursos y tecnología suficiente para sostener al triple de la humanidad sin precariedades ni crisis, pero claro, ello impondría un modelo de desarrollo humano y social muy alejado de los perímetros que ya han establecido quienes controlan las economías.
Los temores subyacentes sobre la natalidad, la explotación de recursos naturales y la capacidad económica de las naciones para sostener un crecimiento de proporciones es insuficiente para el nuevo orden porque ello significaría que sus infinitas posesiones y sus estrategias macroeconómicas debieran sufrir una transformación dramática restándoles poder e influencia.
Una situación así exigiría una representación política que devolviera a los estados y sociedades las decisiones sobre su progreso, la orientación libre de su crecimiento y la plena voluntad sobre sus recursos, todo lo que hoy día está en manos privadas atendiendo su propio juego.
Para un crecimiento sostenido de las poblaciones y de las naciones con sus propias capacidades se debieran reformular las enormes deudas contraidas, establecer tribunales internacionales no influidos por los bancos sino por fuerzas humanitarias, independientes de los grupos poderosos, y deberían promulgarse leyes que condenaran la especulación, el sometimiento humano a los intereses hegemónicos y comerciales que sin dudas condicionan las libertades individuales y su destino por el mero control de sus monedas en flagrante violación a los derechos humanos.
Lo que seguramente todas las constituciones de todos los países del mundo destacan como argumento de libertad es obviado por las presiones financieras que superponen a las leyes colectivas las del mercado.
Todo progreso plausible de producirse fuera del control de los banqueros y grupos poderosos es un riesgo inaceptable para sus planes. Y todo plan hegemónico, aún desde la más remota historia basa su éxito en el control de las masas.
Suprimir ideologías, quitar alternativas de cambio, coaccionar con los peligros de las debacles económicas, alentar el atontamiento de generaciones enteras, establecer que recursos pueden ser utilizados, manejar a su antojo las decisiones parlamentarias, establecer acciones que derivan en endeudamientos para posteriores exigencias son métodos tan antiguos y remanidos que causa espanto ver como todos hemos caído en el influjo de las ambiciones basando el progreso general en las relaciones económicas únicamente.
Mienten cuando dicen que no hay otros caminos. La humanidad ha cedido alegremente su destino a los banqueros y lo que es peor, a un grupo de iluminados que ambicionan control para cumplir un designio que en otros consideraríamos desvaríos místicos enfermizos.
No se trata de dinero, se trata de poder, y el poder utiliza al dinero como un instrumento más.

EL PLAN DE UN NUEVO ORDEN
En los años ´70 Robert Angell, un devoto de Nixon, imaginó una América sin chimeneas, una parcela capital de servicios, una superciudad concentrada, autosuficiente, con energías y recursos propios que albergara a una elite social altamente especializada e instruida como alternativa a la debacle de la superpoblación, la polución y la violencia urbana.
Las ciudades autosuficientes, desde entonces comenzaron a ser perfiladas como alternativa a los temores de los más influyentes, fortalezas capaces de sobrevivir sin injerencias externas.
Americanos, japoneses, europeos han estado acariciando el sueño de los feudos tecnológicos desde muchos años atrás, lugares desde donde pudiera controlarse el exterior, las finanzas, las armas y la explotación de recursos.
Superciudades que albergarían a las clases dominantes construidas como islas en el mar o como fortalezas en los desiertos, confortables puestos dirigenciales que conllevarían el perfeccionamiento de una cultura e instrucción particulares de una super raza humana que tarde o temprano terminaría controlando a sus hermanos del exterior.
¿Un sueño?
¿Donde han quedado las fronteras? La extinta guerra fría entre los soviéticos y los occidentales supuso la excusa para una carrera armamentista formidable. La globalización ha suplantado ese temor al desastre mundial con rencillas étnicas, fanatismos religiosos que permanecían latentes, terrorismo y toda clase de violencia antes opacada por el peligro de un holocausto nuclear. La seguridad que no moriremos en una guerra atómica no ha desalmado a la guerra permanente entre hombres por cualquier motivo movilizando un gasto en armamentismo que poco tiene que envidiar a los deseos de los cultores de la guerra fría, y parece aún más descabellado que planes como el de la Guerra de Galaxias aún siga su incomprensible derrotero cuando supuestamente su motivo de existencia ya no existe.
Claro, es un buen negocio y los buenos negocios no se abandonan pero ¿ante quienes se defenderán los aliados mundiales si la hegemonía y único liderazgo absoluto ya está definido?
Se ha dicho sobradamente que las nuevas hipótesis de conflicto son los terroristas, las luchas étnicas y las sublevaciones populares. Las milicias estarían dispuestas y convenientemente entrenadas para enfrentar estos flagelos, a asistir a los países con peligros de narcotráfico armado o disconformidad popular creciente ante los avatares de los retrocesos económicos. Dicho de otra manera están listos para enfrentar a las sociedades contestatarias, disconformes y sublevadas, no solo al terrorismo o al narcotráfico sino a los cansados, a los hartos y a los rebeldes del modelo.
De hecho hay países que viven bajo la sombra de la sublevación popular por la caída de su bienestar económico por las mismas razones antes enunciadas, peligros inherentes a las presiones de los grupos económicos que desfolian los recursos y economías nacionales sin contemplaciones ni miramientos.
Uno podría pensar que la mentada globalización se apresta a reprimir el resurgimiento de movimientos violentos en la sociedad como recurso para mantener el modelo impuesto y finalmente ejercer el control.
No es descabellado este pensamiento, de hecho las condiciones de la economía mundial y la permanente concentración de capitales tiene como único destino el dejar un número enorme de desamparados y exiliados de las bondades del libre mercado pues no se puede resistir un aumento de la concentración sin que bienestar y recursos cambien de manos, en este caso de los pueblos a los grupos selectos y ello se transcribe con aumento de la pobreza, del analfabetismo, de la precarización de las condiciones de vida que solo podría detener el volver a replantear de quienes son las riquezas y con que derechos se las usufructúa.
Inevitablemente, como decíamos, la sostenida concentración de capitales supone un límite o techo de expansión de las economías en el margen que prevén los mercados. los banqueros o grupos o clubes financieros no pueden desprenderse de bienes ni recursos sino aumentarlos en relación a la globalización de sus influencias como única garantía de continuidad y liderazgo, y como no son democracias las opiniones colectivas no cuentan sino como alerta de medidas que deberán tomar para enfrentarlas.
Si la carrera armamentista está sostenida por las inversiones y los tráficos clandestinos de esos grupos tampoco tienen como objetivo prioritario el evitar conflictos sino por el contrario alentarlos mientras sean un buen negocio. Y si alientan una super estructura de defensa estratégica, siendo como son, no sería descabellado en absoluto pensar que se aprestan a controlar a la humanidad y no a los soviéticos con sus incontestables armas tecnológicas.
Y en esas superciudades donde vivirán en el futuro ¿quien les impedirá controlar un paraguas defensivo si en el hipotético caso que las naciones se revelaran pretendieran declararles una guerra, o lo que es más cercano a la realidad, enfrentarse a las turbas soliviantadas por la marginación y el hambre…?
Hay muchas formas de construir un feudo pero solo una de hacerlo exitoso, el que halla señores, cortesanos y siervos.
Las democracias y los estados representativos son natural oposición a los modelos hegemonicos aunque poco han hecho las sociedades para mantenerlos a raya. La idea de ciudades cúpulas, autosuficientes, poderosas es acaso el fin lógico de la hegemonía iluminista que tiende a corromper al hombre devolviéndolo al instinto animal y quitarle la capacidad de respuesta y de control de su futuro. También es lógico que para que haya señores y siervos deban existir los marginados, los ignorantes y los que viven conformes con las migajas de los reyes. La pregunta es ¿permitirá el hombre su propia sumisión?
Si un hombre toma un crédito y luego no puede pagarlo va a juicio y puede perderlo todo, si no hay una sociedad que lo protege el especulador lo convertiría en paria o en un preso porque el mercado prefiere castigar al que no cumple como ejemplo para los demás. Los financieros no se detienen el las historias personales ni el los dramas ni conflictos por el cual cada hombre requiere de ayuda, solo les importa facturar las ganancias de su préstamo. Lo mismo hacen con las naciones y el mismo sistema, globalizado, ya está produciendo estragos en medio mundo. Si no los mueve la sensibilidad ni la decencia, si solo pretenden ganar y desconocen a la solidaridad como virtud de la civilización ¿ porqué darles el control?
Es muy probable que de todo esto se trate la actual etapa de nuestra civilización y finalmente hayamos comprendido que la verdadera y más antigua lucha, la de los poseedores y los desposeídos haya llegado a su cenit

LA AMENAZA CELESTE
¨Nadie hubiera creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre, y mortales sin embargo como la de éste; que mientras los hombres se afanaban en sus asuntos fuesen examinados y estudiados tan de cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua. Con infinita suficiencia iban y venían los hombres por el mundo, ocupándose en sus asuntillos, serenos en la seguridad de su imperio sobre la materia. ! Es posible que bajo el microscopio obren de igual manera los infusorios!¨
¨Es curioso recordar ahora algunos hábitos mentales de aquellos lejanos tiempos.¨
Este marco de referencia que volvemos a citar es ejemplo vivo de lo que también ahora puede estar ocurriendo.
Cuando allá por el 1800 o 1900 de daba impulso a una sociedad manejada por poderes hegemónicos financieros nadie suponía que una verdadera amenaza a esos perfectos y meticulosos planes pudiera provenir desde el espacio exterior.
Una fuerza tímida, esquiva, inescrutable que jamás dejo mostrar sus verdaderos perfiles sino en esporádicos encuentros con el hombre común…! el hombre común!
A partir de 1947 el mundo toma conciencia de esa existencia casi ridícula e irracional pero tan traumática para las hegemonías que podía representar el peligro más grande jamás soñado por totalitario alguno.
¿Como enfrentar a un enemigo desconocido, claramente superior y tan esquivo a los ojos de estrategas, militares y políticos? ¿Qué pretendían, que buscaban entre nosotros, como enfrentarlos o acordar algo con ellos?
Imposible, no hubo ni hay forma de atraer su atención. Son tan independientes de la voluntad humana y tan antojadizos y libres que su sola presencia tan peligrosamente cercana a las sociedades es el escollo insalvable de un control absolutista.
¿Tomaran parte de algún bando? ¿Cómo se puede detener una fuerza así en caso de amenaza tangible? ¿Cómo puede reaccionar la opinión publica ante su presencia y de que forma esto puede incidir en las pretensiones de los iluminados?