EL INCIDENTE DUGOUR-BERLINGIERI, UNA POSIBLE ABDUCCIÓN?

Por el Prof. Oscar Uriondo (Miembro RAO Buenos Aires)

Los pormenores de este caso, que involucra a dos altos funcionarios de una importante institución bancaria de la Argentina, fueron ya expuestos por el autor hace más de dos décadas, en una publicación española especializada.
No obstante, nos ha parecido de interés reeditarlo ahora, pero con un criterio diferente, acorde con los conocimientos que sobre el tema OVNI se han acopiado desde entonces y que permiten abordar una revisión más afinada del caso.

Recordemos que un día no bien precisado del mes de mayo de 1972, los señores Ivo Dugour y Néstor Berlingieri, que por aquella época se desempeñaban como gerentes del Banco de la Provincia de Buenos Aires, con sede en la Capital Federal, se dirigían en automóvil hacia este última ciudad desde Mar del Plata, por la ruta nacional nº2. Estos viajes al interior de la provincia lo efectuaban con mucha frecuencia en virtud de su actividad bancaria.

De este caso, que había permanecido inédito hasta entonces, adquirimos conocimiento por intermedio del señor Rubén Luzuriaga, colega y amigo de los mencionados testigos. Gracias a su gentil intervención, logramos dialogar con ellos, venciendo previamente su reticencia en hablar sobre un evento quizás demasiado fantástico para los cánones convencionales. Pudimos así entrevistarlos por separado y recoger sus respectivas versiones de esa experiencia que tuvieron en común.

El testimonio de Dugour

Habían partido de Mar del Plata, alrededor de las 0:30, luego de una cena frugal, en la cual no bebieron. Berlingieri conducía el automóvil –un Ford Falcon- mientras que Dugour dormitaba en el asiento adyacente.

De repente, cuando habían transcurrido unos 30 minutos de marcha, el conductor, expresando que sentía un sueño irresistible, enfiló el auto hacia la banquina, estacionándolo allí.

Antes de dormirse, Berlingieri alcanzó a cerrar las ventanillas y las trabas de seguridad de ambas puertas y a desconectar el motor, guardándose las llaves en un bolsillo delantero del pantalón. Después, Dugour no recuerda nada más.

Despertó de improviso con los gritos de su compañero, que exclamaba: ¡Estoy sin motor!. Vio entonces que el automóvil se desplazaba lentamente por la mitad de la carretera. Probaron las luces, que funcionaban normalmente; y luego, recordando que su amigo tenía las llaves en el bolsillo. Dugour se lo hizo saber y aquél pudo entonces poner en marcha el motor.

Sólo en ese instante comprendieron que el vehículo había estado desplazándose, a unos 20 ó 30 km.. con el motor desconectado. El hecho era tanto más sorprendente, pues, si bien el auto no había quedado frenado, en ese lugar el terreno era completamente llano, sin declive notable.

Cuando arribaron a Dolores, Berlingieri, muy excitado, relató lo ocurrido a una persona que trabajaba en la estación de servicio; Dugour, por el contrario se mostraba extrañamente calmo y soñoliento.

Al reanudar la marcha, esta vez con Dugour al volante, este testigo comenzó a sentir una muy rara y desagradable sensación en la cabeza: como un hormigueo similar al de una pierna dormida; subía desde el cuello y así se mantuvo durante largo tiempo, obligándolo a manejar con extrema lentitud.

El testimonio de Berlingieri

Su relato es coincidente con el de Dugour hasta el momento en que desvía el auto a la banquina y estaciona en ella. En cambio, no recuerda haber cerrado las ventanillas ni las trabas de seguridad ni siquiera haber guardado las llaves.
Se durmió instantáneamente y cuando despertó, tenía asido el volante con las dos manos, en tanto el Ford Falcon avanzaba por la carretera, absolutamente desierta a esa hora. Berlingieri calcula que durmieron unas dos horas, por el tiempo que tardaron en llegar a Dolores.

Berlingieri, y tampoco Dugour, no han podido precisar el lugar del estacionamiento, quizás porque estaban demasiado confusos para tener ideas claras de su localización. Sólo suponen que podrían haber estado detenidos a unos 30 km. de Maipú. Tampoco supieron estimar la distancia recorrida por el automóvil durante el período en que permanecieron dormidos.

Es interesante destacar que la somnolencia experimentada por los testigos fue en todos los casos muy intensa y absolutamente desacostumbrada, pues ambos estaban habituados a esa clase de viajes nocturnos.

Finalmente, en ningún momento Dugour ni Berlingieri vieron fenómenos luminosos inexplicables ni oyeron ruidos extraños. Vale decir, que prima facie el incidente narrado no muestra una clara vinculación con el tema OVNI, en sus manifestaciones más difundidas y familiares a los medios y al público en general.

Evaluación de credibilidad

En este extraño caso, no hay motivos valederos para poner en duda la veracidad de ambos protagonistas. En momento alguno intentaron ellos hacer pública su experiencia y, por el contrario, la misma no fue comunicada a ningún medio de prensa; sólo llegaron a conocerla unas pocas personas amigas de los nombrados. Incluso los testigos se mostraron reacios a comentar el episodio con los compañeros de trabajo, por razones fáciles de comprender.
En cuanto a si lo narrado puede explicarse como una experiencia onírica o alucinatoria, resulta altamente improbable que ésta ocurriera en dos personas, simultáneamente y en forma coincidente y hasta complementaria.
La jerarquía de credibilidad de los señores Dugour y Berlingieri nos parece indiscutible por las circunstancias arriba subrayadas y por el conocimiento directo que el autor tuvo con ellos.

Conclusiones

En el artículo inicial en que diéramos a conocer este caso, insinuábamos como sugerencia explicativa que la producción de los insólitos efectos vinculados al incidente podrían haber estado relacionados con algún campo de fuerza, ejercido deliberadamente o bien como efecto involuntario derivado del sistema propulsor de los OVNIs (pero adviértase que en esta circunstancia no fueron observados). Sin embargo, hoy pensamos que aquel ensayo de explicación aparece decididamente insuficiente y además omite el problema central, pues si bien el desplazamiento autónomo del automóvil sugiere la acción de alguna fuerza externa, el núcleo anómalo del caso subsiste: ¿Qué ocurrió durante las dos horas en que las dos personas permanecieron dormidas? ¿Y cual fue la causa de que ambas cayeran repentinamente y sin explicación razonable en ese profundo sueño?

Creemos que una respuesta a tales interrogantes nos lleva a considerar seriamente la posibilidad de una solución mucho más desusada y sorprendente: la de que Dugour y Berlingieri hayan tenido una experiencia de abducción.

En su momento, tal hipótesis no fue atendida por el autor, pero en aquella época el tema de las abducciones no se hallaba tan difundido como en el presente, cuando ha alcanzado niveles abusivos (y obsesivos). Recuérdese que hasta la década del 80, el tema de las abducciones había pasado inadvertido y salvo los casos Villa Boas, difundido en Flying Saucer Review, oct., 1964; y del matrimonio Hill, publicado por Fuller, J.C. The interrupted journey,. 1966, era casi ignorado a nivel popular.

En rigor de verdad, no es posible soslayar la existencia de ciertos datos que muestran, por un lado, la similitud de las reacciones de los testigos con efectos fisiológicos habitualmente vinculados a manifestaciones OVNI. Tales como pérdida de conciencia temporaria, somnolencia, sensaciones de hormigueo en la cabeza y malestar orgánico indefinido. Por otro, refuerzan la hipótesis de una verdadera experiencia abductiva.

Por ejemplo, en la modalidad clásica de la abducción, el momento inicial suele producirse en el transcurso de un viaje en automóvil, por carreteras solitarias, entre la medianoche y la cinco de la mañana. El caso Dugour-Berlingieri participa de estas mismas pautas. La amnesia que en muchas ocasiones afecta a los testigos de las experiencias de abducción –el llamado tiempo perdido- ocurrió también con los protagonistas del incidente que estamos examinando. El rasgo atípico es, en cambio, la ausencia de cualquier estímulo de luz; por el contrario la irrupción primaria de objetos luminosos aparece casi como una constante en las abducciones y habitualmente como factor detonante para la pérdida de conciencia de los testigos.

Por último, ¿ocurrió verdaderamente una abducción?. Los datos disponibles sólo permiten esbozar esa hipótesis. Lamentablemente no se dio en aquella época la posibilidad de rescatar el tiempo perdido mediante procedimientos de hipnosis, como es corriente en las investigaciones actuales, De modo que si ese era el camino adecuado para obtener respuestas confiables, no podremos saber con certeza lo sucedido a los señores Dugour y Berlingieri en aquellas dos horas de su fantástico viaje interrumpido.

OSCAR URIONDO