OVNIS EN JUJUY (2 PARTE)

Gaceta OVNI

Los autos fantasmas o ‘autos que no son’ resultan una alusión muy extendida en las creencias populares o descripciones de los raros fenómenos que en diversas provincias se relatan.

Hagamos un alto para una pequeña referencia. Autos que no son autos. Imagine el lector un sendero cruzando la inmensidad de la llanura.

Un camino consolidado en medio de la nada, apenas una casa o casco de estancia en decenas de kilómetros a la redonda, todo ello bajo la oscuridad cerrada de una noche sin luna.

Sería posible ver una luz a mucha distancia, a veces la percepción visual puede distinguir un automóvil a 30 kilómetros tan solo por su destello en el horizonte.

Cuanto más intensa la luz más cercano el vehículo, y cuando se distinguen a simple vista dos faros o fuentes de luz se está muy cerca. Las extensiones visuales permiten ver desvíos, maniobras, etc.

Los lugareños saben bien cuan transitado puede ser un camino y donde se encuentra a la distancia de tal modo que pueden decir con seguridad ¨aquel es Juan viniendo en su camioneta¨.

Hay ocasiones, sin embargo, en que los vehículos toman una apariencia distinta a la habitual. Se ven focos de luces avanzar por los caminos, tal y como si fueran autos y nunca llegan al observador, es más, se desvían de las rutas conocidas y se adentran en los montes y campos de cultivo como si algún conductor desorientado lo manejara.

A veces esos ¨autos¨ parecen levantarse del horizonte, detenerse o avanzar violentamente, apagarse a pocas decenas de metros y ¨desaparecer ¨ como si nunca hubieran existido.

En el campo se los conoce como ¨los autos que no son¨, enigmáticas luminiscencias que aparentan faros de camiones o autos que jamás llegan a destino o bien pasan frente al observador y solo son una luz brillante sin carrocería, sin ruedas ni sonido.

Poseen un índice de extrañeza tan alta que hay testimonios que afirman que los ven pasar y en lo que debiera ser su parte trasera solo hay oscuridad sin ninguna silueta visible, y hablamos de una distancia de pocos metros respecto del testigo.

Con cierto facilísimo podríamos concluir que falla la percepción del observador, que son vehículos y punto, pero sin complicarnos la vida debemos ponderar las razones por las cuales una simple luz de faroles pasa a convertirse en algo insólito, y a los casos nos remitimos.

Un fenómeno similar es descripto en Maranhao, Brasil, como el ¨jeep fantasma¨. En el libro de Pablo Villarrubia ¨Brasil Insólito¨, el autor recoge el testimonio de Alberto Araujo: Por las noches no es difícil que se vea el jeep fantasma o el caburé. Aparece en medio de las dunas, donde nadie suele conducir o viajar, porque resulta casi imposible.

Una de las veces pude verlo se acercó con sus dos faros muy azules y deslumbrantes que iluminaron todo a su alrededor como si fuera de día. Cuando ya estaba muy cerca de mí pensé que iba a ser atropellado, pero las luces se apagaron y aquello desapareció.

Este es el fenómeno que también se da en aquellas regiones desoladas de la puna jujeña estableciendo una línea conectora entre los eventos que aluden los pobladores del resto de Argentina y latinoamérica.

La visión local permite establecer parámetros de sumo interes para demostrar que lo observado no es producto de una deformación de alguna leyenda o creencia sino que toma tinte propio al referirce a fenómenos evidentemente generalizados y universales que concurren sobre cada región con modalidades semejantes, inevitablemente exteriores a cualquier sistema de creencias.

Así ocurre con las restantes rarezas luminosas en su variada gama de circunstancias, tanto en dinámica como en factores temporales y espaciales que las hacen proclives a incorporarse, por continuidad, a la vida social, cultural e histórica de los pueblos a los que afecta.
Desde los objetos patentes a las percepciones hasta aquellos de aparente menor importancia suman presencia y cotidianeidad, rasgo de familiaridad que permite enfrentar su naturaleza prodigiosa y desconocida con asimilación mundana.

Es el caso de Clementina Lucrecia Cabrera (bioquímica) que de regreso de la ciudad de Jujuy a la Quiaca, y en compañía de sus dos pequeños sobrinos presenció el transito de una de esas luces. Fue en Julio de 1987, aproximadamente, a la altura de la ruta 9 luego de abandonar el área urbana de Abra Pampa cuando a eso de las siete de la tarde – hora de la oración, según cuenta- y ya oscuro una esfera luminosa semejante a un globo cruzó todo el campo visual durante varios minutos. El cuerpo luminoso era anaranjado, más grande que la luna llena, cruzando la ruta de este a oeste de forma lenta y uniforme para perderse detrás de los montes. La distancia media desde su posición hasta el objeto era de varios kilómetros, posiblemente de unos siete a diez, lo que permite suponer que el tamaño promedio del cuerpo rondaría no menos de 20 metros de diámetro, un sol anaranjado paseándose en la noche helada de montaña a montaña.

Pero para seguir la tradición ella es una fuente inagotable de experiencias ocurridas a parientes y amigos, entre las cuales recuerda una vivencia importante de los padres de sus sobrinos cuando en Azul Pampa, un día no especificado, a las 3 de la madrugada pudieron presenciar una danza de Ovnis en el cielo.

LUCES EN LA PUNA

Pablo Alcoba es un inquieto joven que ha ganado buena reputación entre su gente y que actualmente está impulsando el desarrollo de la región bajo múltiples iniciativas.

Pero por sobre todas las cosas Pablo conoce al detalle las enormes extensiones de la Puna y durante años guió expediciones de caza y pesca en la zona hasta los límites con Salta donde el paisaje -en ambos extremos- cambia sensiblemente al compararlo con esta parte de Jujuy.

Como baquiano conoce innumerables testimonios respecto a la observación de Ovnis y, en efecto él también los ha visto.

La primer experiencia que nos recuerda no le pertenece, en verdad fue vivida por su madre quien en el año 85 y en el fondo de su vivienda fue testigo del tránsito de una poderosa luz verde que iluminó todo de una forma que la mujer jamás olvidará, es más, Pablo recuerda que la señora no habló por un día completo, visiblemente consternada por su observación. La masa luminosa no pudo ser medida, acaso todo el paisaje se hizo verde intenso como si las casas y ella misma hubiesen estado dentro de su estructura. Tal vez por eso y desde ese instante sintió una atracción importante por el tema y llevó a valorar sus experiencias anteriores y posteriores con otra perspectiva.

Fue en 1992, en una fecha que no puede precisar, pescando con un grupo de personas en el Lago Pozuelos, siendo de día aún, sintió una extraña brisa que le recordó un soplido para luego observar una formación de discos que se movían lentamente hacia Bolivia.

No fue su primera vez ya que en 1970 resultó el único testigo del paso del tan referenciado ¨farol¨, una esfera de pequeño tamaño que surco el cielo a muy baja altura y que desde entonces produjo el primer impacto que lo guió a un marcado interés por el tema.

Unos años después llegaría a sus oídos una experiencia notable vivida por gente conocida de Paco Alcoba durante una excursión de caza promediando 1975. Un grupo de hombres denunció la observación de un disco metálico estacionado en la ladera de un cerro sobre el límite oeste con la Provincia de Salta siendo las tres de la tarde aproximadamente. Tanto permaneció en el lugar que los testigos tuvieron tiempo de avisar por radio a la Gendarmería que se hizo presente y divisó el extraño cuerpo, quieto sobre la montaña.

Como el lugar era de difícil acceso rápidamente se organizaron para verificar de cerca la verdadera naturaleza del cuerpo metalizado, pero no bien se hallaron próximos a llegar, repentinamente el objeto desapareció ¨como si se hubiese esfumado¨. Si bien la experiencia fue transmitida por gente de confianza de Paco Alcoba, no pudimos obtener ninguna evidencia del relato ya que estos reportes tan viejos y tan ¨extraños¨ posiblemente no existan ahora o bien nunca hayan formado parte de un informe oficial como suele suceder con muchas – muchísimas- experiencias con fenómenos anómalos por parte de las fuerzas de seguridad, por las razones que todos conocemos.

Únicamente podemos, como en casi todos los casos de larga data, confiar en el testigo y evaluar la calidad, intensidad y aportes del relato dentro de un marco de referencias dado por la naturaleza universal del fenómeno Ovni. Desde ya que es muy difícil que en lugares como La Quiaca la gente se arriesgue a exponerse con mentiras, sobre todo cuando se trata de personas publicas que nada tienen que ganar y si mucho que perder al hablar de Ovnis. Solo el número importante de gente con experiencias permite que vivencias así sean relatadas abiertamente dada la persistencia y extensión que el tema tiene entre la gente. A mediados de 1978 varias personas, entre ellas Juan Cuarta. oriundo de Yaví, contemplaron absortas la presencia de otra luz esférica detenida a un centenar de metros del suelo, al SO de La Quiaca. Lo particular de esta visión es que el objeto, de un intenso color anaranjado amarillento iluminó el suelo formando un amplio radio difícil de estimar en extensión, durante casi 10 minutos desde las 21hs. aunque Cuarta arribó los últimos instantes para luego ver desplazarse lentamente el cuerpo luminoso y perderse en el horizonte.

Ese mismo año, también durante el invierno, un grupo de tres gendarmes se dirigía de La Quiaca a Yaví – 16 kilómetros- cuando a la altura de los Cerros Ocho Hermanos, y a la derecha de su vehículo divisaron una luz amarillenta, algo más chica que la luna, detenida entre las serranías a unos 5 kilómetros desde donde estaban, aproximadamente sobre el famoso Cerro Colorado donde se hallan muy interesantes litografías aborígenes precolombinas. Se detuvieron a observar detenidamente la peculiar manifestación y se quedaron allí nada menos que una hora hasta que el cuerpo se perdió en la cerrada oscuridad de la noche.

Es interesante señalar que en todos los relatos obtenidos el mayor número de observaciones se da durante los meses del invierno, siguiendo una tendencia que a nivel nacional suele reiterarse marcadamente. También fue en el invierno, en una fecha no precisada que uno de los curas que sirven en la Iglesia local tuvo una experiencia con una masa luminosa que habría derivado en la descompostura de su vehículo cerca de la mina El Aguilar, muy frecuentada en los relatos de luces. Lamentablemente este episodio no pudo ser debidamente profundizado ya que el principal testigo, el padre Carlos Halcón se hallaba, al momento de nuestra encuesta, de viaje por Sudamérica.

Es importante destacar que el liderazgo de esta Iglesia en Jujuy la tiene del Padre Olmedo, uno de los sacerdotes más populares de Argentina por sus protestas ante las injusticias cometidas a los que menos tienen y que ha puesto en más de un apuro a políticos y miembros de la prensa por sus expresiones, juicios y su manera de hablar directa y sin tapujos. Actualmente centra su acción solidaria con los desempleados de La Quiaca produciendo un movimiento de importancia y de mucha incidencia en la vida cotidiana de La Puna.

A él recurrimos para certificar los pocos datos obtenidos, y si bien no quiso expresar su personal opinión confirmó el suceso aunque prefirió no dar detalles quedando esa responsabilidad a su verdadero protagonista y para la oportunidad en que se hiciera presente.

UNA CHARLA PÚBLICA

Gracias a los oficios de la Sra. Silvia Martínez, empleada jerarquizada de el Consejo Deliberante de la Ciudad de La Quiaca fuimos invitados a dar una charla sobre el tema en el salón de un hotel. Martínez se había puesto en contacto con nosotros en el tiempo que Gaceta Ovni tenía forma de periódico y en ocasión de realizar un Alerta Ovni, en Agosto de 1998.

En ese entonces Silvia Martínez era Directora de Radio Nacional La Quiaca y sabía del gran interés y de las muchas experiencias que la gente tenía sobre los ovnis. Por esta razón las más de cien personas que participaron de esa reunión mostraban gran interés en el tema y a la sazón era la primera vez, según los pobladores, que alguien llegaba a esa latitud extrema del país para llevar adelante un relevamiento y un evento público.

Lo que más nos gustó, y de hecho fue lo más importante, fue la cantidad y variedad de estratos sociales que allí se dieron sita. Debemos aclarar que en muchos pueblos del interior solo existen dos clases sociales, los humildes y los pudientes, restringiéndose la endeble clase media a un minúsculo grupo que apenas amerita posición en las estadísticas.

Los humildes suelen ser pobres en extremo y que viven en condiciones de extrema carencia amén que puedan tener un pequeño empleo y vivir del poco comercio o la producción de su propia materia prima.

Los pudientes tampoco forman una clase alta como la imaginamos en las grandes urbes, en general son comerciantes o gente que tiene un empleo más o menos digno y regular.

En La Quiaca la mayor parte de la población humilde es de origen nativo, o sea tienen sangre aborigen, tanto inmigrantes bolivianos como jujeños aunque en esa frontera solo los límite

s y las nacionalidades separan los rasgos comunes de toda la gente. Por eso en el evento realizado estaban presentes los comerciantes, los estudiantes, y principalmente los nativos, los descendientes de las etnias más antiguas de la región y por ello con todas sus tradiciones y creencias, con todas sus historias sobre los enigmáticos fenómenos luminosos que desde mucho tiempo atrás están presentes en la zona.

Por eso obtuvimos tan importantes relatos