OVNIS EN JUJUY (1 PARTE)

Gaceta OVNI

La provincia de Jujuy, en especial la senda que sigue la ruta nacional N°9 desde San Salvador a La Quiaca, posee uno de los paisajes desérticos más espectaculares de Argentina a cuenta de sus imponentes y coloridos cerros, sus pueblos de aire colonial, sus rincones de singular belleza, y una historia de las más antiguas y trascendentes de este país.

Esta visión magnífica del norte sirve de marco a innumerables leyendas, tradiciones y misterios que gozan del apego de los pobladores naturales como patrimonio cultural, religioso y de una identidad que es resultado de los continuos procesos históricos que allí ocurrieron.

Por esos caminos transitaron los Incas, las etnias naturales de la región, las fuerzas realistas españolas, los gallardos ejércitos de la independencia americana y los más recientes pobladores que trajeron progreso sin herir la atmósfera mágica que allí se respira.

No solo que el paisaje encierra valiosos tesoros científicos e históricos, además merece ser contemplado para regocijo de los sentidos humanos. Tilcara, Purmamarca, Humahuaca, La Quiaca y Yavi son poblados donde se concentra la esencia de ese universo cultural, mojones que sobre el camino y allende a los senderos que este abre, despiertan el interés y son posta obligada de cualquier búsqueda, desde la antropológica hasta de la Ovnilógica.

Con afán turístico, nuestros grupos visitaron la zona a principios del año 82 obteniendo algunas singulares pero débiles referencias ya que nos faltaba mucho de la experiencia adquirida con los años, pero tardamos hasta mediados del 2000 para volver sobre nuestros pasos y así dar buena cuenta de los indicios por entonces obtenidos.

Para referirnos a los datos puramente fenoménicos es menester ubicarnos en tiempo y espacio sobre las regiones donde ocurrieron, como forma de ilustrar con todo dato posible a los lectores de esta página. Empecemos por el extremo norte.

EN LA PUNA
Al transitar por la ruta nacional n° 9, unos 3 kilómetros después del poblado de Tres Cruces se entra en la región de la Puna (altiplanicie) pues al cruzar el Abra del mismo nombre se deja atrás el Río Grande perteneciente a la cuenca del río de La Plata.

La Puna es conocida también bajo el nombre de El Tíbet de Sudamérica. Es un paisaje donde predominan los colores ocres, la vegetación rala y las infinitas extensiones vacías sobre cuyos puntos altos, podemos ver lejanos montes con sus picos nevados.

Serranías como la de Los 7 Hermanos muestran claramente diversas capas de sedimentos, levantados en el pasado por las poderosas fuerzas orogénicas que empujaron a los Andes desde el mar.

En varios puntos esas franjas multicolores se convierten en increíbles pinturas naturales que emergen de la tierra como gruesas pinceladas de cambiantes tonos – ocres, amarillos, azules y verdes-, agregando volumen a las montañas, que pueden apreciarse desde el pueblo de El Volcán y sobre toda la quebrada en adelante.

La aridez del suelo puneño, el silencio y esa sensación de desértica majestuosidad son asiento de un corredor utilizado por los Incas para trasladarse a sus dominios del sur y posteriormente por los conquistadores españoles en tránsito de mercancías entre el Alto Perú y el Virreinato del Río de La Plata. Salvo en la época estival que es la estación de lluvias, la región se caracteriza por sus cielos profundamente azules y límpidos.

Y las noches estrelladas no tienen comparación, la atmósfera despejada es un cristalino lente hacia el espacio.

Las poblaciones más destacadas de la Puna son La Quiaca, construida a principios de siglo luego del arribo de las vías férreas, en la frontera argentino-boliviana; Abra Pampa, que es vecina al importante puesto de El Marqués (para nuestro estudio); Tres cruces, pueblito que resulta el portal de la Puna, y Yavi, antiguo pueblo de encomienda de la corona española y sede del histórico feudo de los marqueses que gobernaron casi toda la región hasta inicios del siglo 19.

Hay que tener presente que la reducción de oxigeno a consecuencias de la altura (muy superior a los 3400 metros sobre el nivel del mar) puede afectar de diversos modos al viajero. Los naturales de la región han sufrido una adaptación que los provee de más sangre y órganos más grandes, en particular el corazón y los pulmones, que compensan la pobreza del aire.

ALGO SOBRE LAS ETNIAS LOCALES

La Puna de Atacama y la Quebrada de Humahuaca resultaron regiones de intercambio permanentes a través de las cuales penetraron las influencias del norte, y que culminarían con la dominación Incaica; sin embargo fueron residencia de etnias propias, adaptadas a las especiales condiciones geográficas.

En la zona de Yavi, por ejemplo, se encontraron vasos globulares que tienen en su parte superior o cuello una representación humana con una decoración reticular de delgadas líneas negras sobre fondo rojo. La cerámica perteneció a gente que habitaba casas de planta rectangular y muros de piedras levantados en los andenes de cultivo.

También en la región de la Laguna de Pozuelos se verifico una cultura puneña propia de pastores de llamas y que, además, tenían algunos cultivos valiéndose de palas y azadones de piedra.

Estos vestigios se remontan al año 1000, aproximadamente. Siendo la Puna un lazo comunicador, geográficamente hablando, los movimientos étnicos entre el norte y el sur de la región fueron muy importantes como un canal de influencia cuyas conexiones se remontan muy atrás en el tiempo, permitiendo que diversos grupos, en las expresiones de sus costumbres y creencias, evidencien rasgos semejantes a los de otros pueblos cercanos o distantes.

Así puede comprenderse como los Oamguacas – de cuyo nombre surge el de Humahuaca-, etnia en la que debemos incluir a los tilcaras, purmamarcas, ocloyas, cochinocas, casabindos, osas, fiscaras, jujuys, puquiles y paypayas, tienen claras influencias tihuanacotas ( del Tihuanaco) en varios aspectos culturales, religiosos y militares. Por la misma zona de intercambio pasaron los Incas, los aimará, los iruya y atacama, por consiguiente resultó punto neurálgico aunque las condiciones de aridez impidieron un gran desarrollo como el evidenciado en regiones fértiles y más propicias.

EL FAROL DE LOS ANDES
Siempre que en lo tocante a los Ovnis establecemos una antigüedad importante buscamos indicios de su presencia en las leyendas o cualquier otro lazo histórico que los referencie; no por el hábito de forzar los elementos de juicio al respecto sino porque nos hemos acostumbrado a costear ese enigmático territorio con datos realmente trascendentes que nos hablan de una realidad puntual.

Sabemos ya que buena parte de las referencias de todos los pueblos antiguos sobre extraños fenómenos hallan base verosímil en experiencias que el presente acopia profusamente.

Es el caso de la entidad o fenómeno bautizado por la tradición como ¨farol de los Andes¨ en alusión a las luminiscencias observadas en toda la región andina y adyacencias.

Según Felix Coluccio: En el noroeste argentino y aun en las zonas montañosas de los países vecinos, dan el nombre de farol a la luz que se produce, según los lugares, a consecuencia de las emanaciones de los tesoros ocultos en la tierra, a los que llaman ¨tapaos¨.

Sostiene Ambrosetti que en nuestro país, no solo en los valles calchaquíes hay esta creencia sobre el gas; en el Paraguay muchas veces se ha hablado de él; pero allí la superstición le ha adjudicado otro rol: el de ser venenoso. Rosenberg afirma que el farol en un principio no era más que una luz indicadora del lugar donde se encontraba un tapao.

Después se lo presentó como un alma en pena que erraba en la noche por no habérsele dado un lugar en el Paraíso. El ¨farol¨ es otro de los nombres otorgados a la ¨luz mala¨ y que refiere en ambos casos a una multitud de fenómenos lumínicos cuyo movimiento y comportamiento les da fuerza de cosa viva o ¨entidad¨.

Muchas de las alusiones a fenómenos que podríamos entender como Ovnis se hallan comprendidos bajo este término regional, regularmente describiendo luces no demasiado grandes, de importante duración temporal, de movimientos intencionales y afectos a las horas nocturnas para manifestarse.

Obviamente este es un fenómeno generalizado que cambia de rótulo a medida que la geografía y las poblaciones también cambian. Es el ejemplo de el ¨carbunclo¨ como sinónimo de ¨faro¨, es decir una luz intensa que anuncia tesoros naturales o escondidos por la gente. Según las leyendas el carbunclo simboliza el sol de la primavera que comunica a la naturaleza el movimiento de la vida; la luz desvaneciendo a las tinieblas.

Para Felix Coluccio: Su presencia es anunciada por las ánimas que se presentan en forma de luces muy intensas y que no podrán tener descanso hasta que el ¨tesoro¨ sea hallado por la persona a quien lo hace presente. En Chile las creencias al respecto son muy semejantes. Así señala Vicuña Cifuentes que a los caminantes nocturnos que van por los despoblados, se les aparece en ocasiones una pequeña y brillante llama que marcha delante de ellos, lo que los hace volver la brida aterrorizados y echar por otra senda.

ALGO DE LA CASUÍSTICA OVNI

La leyenda del Farol ha demostrado tener una activa presencia como objeto físico real en las experiencias de gran cantidad de personas, como muestra que no se trata de un mito únicamente.

Las descripciones son bastante coincidentes a la hora de identificar la identidad del fenómeno y llevan a suponer que el nombre adjudicado tiene alguna razón de ser.

En el invierno de 1978 varias personas lograron ver uno de esos cuerpos luminosos. El relato de Juan Cuarta que actualmente vive en Yavi, señala que en La Quiaca, una noche que no puede precisar, él y varias personas más contemplaron una luz amarilla brillante, como la de un faro que iluminaba el suelo. Durante 10 minutos el cuerpo permaneció estático hacia el SO, aproximadamente desde las 21 a las 21:10 hs. Casi en la misma posición y algunos días después unos tres gendarmes, a la altura de Cerros Colorados, observaron otra luz amarilla potente, estática, a unos 5 kilómetros de su posición. También ellos llamaron a este cuerpo ¨el faro¨. Los gendarmes recuerdan el suceso sobre otros similares porque, a partir de ese momento la batería del vehículo en el que estaban, empezó a malfuncionar.

Pero sin dudas, una de las más significativas experiencias entre gendarmes de los destacamentos de la puna ocurrió al Sr. Di Giuli, en el verano de 1995.

EN EL PUESTO DEL MARQUES

Dicho puesto, como dijimos, perteneció al marquesado de Yavi, lugar relacionado a supuestos tesoros de la familia de los encumbrados señores de la corona española.

Por la creencia en los tapaos, y saturado el lugar de supuestas presencias suprahumanas, no es raro encontrar experiencias que incluyen a fenómenos luminosos. Aunque la fecha exacta es difícil de precisar, posiblemente ocurrió en el mes de febrero, Di Giuli y Ávila, este último el de más edad, patrullaban la noche en las inmediaciones del puesto, apartados de la ruta N° 9 por varios kilómetros.

Bajo la claridad de la luna, solos en el desierto, y con la tarea de detectar algún movimiento de contrabandos – muy comunes en un paso fronterizo- los uniformados caminaban, ya apunto de volver a su base. Confiados en la propia luz de la luna, Ávila no se percató que frente a él había un pozo considerable que por aparentar el terreno cierta uniformidad bajo esa luz, finalmente cayó y se lastimo severamente un tobillo.

Asistido por Di Giuli, sin poder caminar, los gendarmes retomaron una marcha penosa y lenta hacia la base, en tanto Di Giuli cargaba sobre un costado a su dolorido compañero.

No puede darnos precisiones de como apareció, pero a poco de iniciar el regreso, a eso de las 3 de la madrugada, se percato de la presencia de una pequeña esfera luminosa, de tamaño algo más grande que una pelota de tenis pero cuyo resplandor recordaba al de una linterna de pilas gastadas. Pero lo más extraño para ambos es que la luz, dando pronunciados brincos sobre el terreno, seguía el trayecto y el ritmo del paso de los hombres, como si los escoltara. Esto lo hizo ininterrumpidamente, pero cuando el cansancio obligaba a los gendarmes a detenerse y descansar, la luz se detenía y a unos 20 metros quedaba estática, como ¨esperando¨.

En uno de esos descansos Di Giuli sacó su arma reglamentaria y le apuntó, pero el grito de su compañero lo detuvo ¨Es el farol, no lo molestes¨, le dijo, aclarando que no corrían peligro en tanto no se mostraran violentos. Durante unas 2, 30 hs, y sobre unos 5 kilómetros de marcha, la luz inexorablemente los siguió, repitiendo su enigmática rutina de escolta, hasta que finalmente, al llegar cerca de la ruta se desvaneció.

Según Di Giuli, Ávila conoce y posee muchas experiencias similares en toda la región, en especial en Abra Pampa – cercana al Puesto del Marqués- donde ha visto otro fenómeno muy nombrado en el resto del país, los ¨autos que no son¨ o vehículos fantasmas